Lo de la Haría Extreme de este último fin de semana ha sido toda una lección de humildad. En principio, el recorrido tenía un gran aliciente que no se puede obviar: La volcánica belleza de Lanzarote. Siempre me ha gustado ir a la isla conejera. Lanzarote posee paisajes imposibles de encontrar en el resto de las Islas Canarias, salvo por pequeños reductos como La Isleta, Caldera de Pinos de Gáldar en Gran Canaria, Fuencaliente en La Palma, la Restinga en El Hierro y Pico Viejo en Tenerife. Es una isla totalmente diferente, árida, extrema, tan extrema como la carrera que tuvo lugar el pasado 1 de octubre.
Llegamos Sarito y yo poco antes de las 07:45 al valle de las 1000 palmeras, Haría, para encontrarnos con todos los compañeros de fatigas de Arista, Clumonfir, Rungosay, VandamaTrail, etc., y disfrutar de una jornada de Ultra Trail bajo el sol de Lanzarote.
A las 08:00 en punto se daba la salida partiendo como principales favoritos David López (Trangoworld-LaSportiva) y Philipp Reiter (Salomon Deutschland) en la categoría masculina y Esther Fernandez (Where Is The Limit?) y Leire Iruretagoyena (Gailurrak), en la categoría femenina.
Por mi parte, competía dentro del equipo mixto Arista2 con Modesto Castrillón, Begoña López y Rayco Saavedra.
La carrera empezó realmente rápida ascendiendo hacia Las Peñas del Chache, donde ya empecé a notar que algo no marchaba bien. Hace justo un mes que terminé el UTMB® y no he podido ni recuperar bien, ni entrenar bien para esta carrera tan explosiva. Empecé a subir lentamente para intentar ir de menos a más, por lo que dejé que los más rápidos me adelantaran. Luego, al llegar a la cima, cruzando una zona muy técnica por un sendero que descendía hacia la localidad de Mala, me encontré bien y me lancé un poco en el descenso. Después de Mala, nos encontramos con los participantes de la categoría senderista (muchas/os corrían bastante) que nos animaban y dejaban pasar de camino a la localidad pesquera de Arrieta. Poco antes de llegar, me uní en el trote con Vicente Travieso (Aguilillas de Teror – vistamontanaradio.blogspot.com) y a nuestras espaldas oímos como alguien pedía paso; era el primero de la distancia Medium 22.5km, que había salido media hora más tarde que nosotros y venía como un avión.
En Arrieta, cargué sales y continué mi camino con Vicente. Yo aún no lo sabía, pero me esperaban dos subidas que me iban a dejar agotado del todo. Poco después de abandonar la costera localidad de Arrieta, iniciamos un leve ascenso por una barranquera en la que había que agacharse para poder pasar por los canales que cruzan la carretera. Posteriormente, empezamos una ascensión donde nos encontramos con Rosi, amiga italiana que está iniciándose gracias a Modesto Castrillón en esto de las carreras por montaña. Al llegar a la cima, nos dirigen por unas pistas de tierra muy corribles que conducen a un avituallamiento donde separan a las dos carreras. Nosotros, los de la larga (50km), giramos a la izquierda a través de unas pistas muy cómodas para correr. El Sol ya hacía estragos y, en algunos pequeños repechos, no había ni ganas de darle a la zapatilla. Al rato, una imagen familiar apareció a lo lejos. Sandra, gran corredora del equipo Vandama-Xtrail, que extrañamente iba andando; un ritmo poco habitual en ella. Me pongo a su altura y le pregunto qué tal va y me responde que lleva un buen rato vomitando todo lo que tomaba, geles, barritas, incluso agua. Decido acompañarla porque yo tampoco es que pudiera ir mucho más rápido. Al cabo de un rato, se para junto a una casa para que le echaran agua por la cabeza y yo decido trotar suavemente un rato. Llego hasta una corredora con pinta de extranjera, que resultó siendo del País de Gales. Cymru!!! La adelanto y llego hasta dos chicos con los que comencé la zona más agreste de toda la carrera: el Malpaís de las Siete Lenguas. Para los que no estén muy habituados a los topónimos y nombres geográficos relacionados con el vulcanismo, les informo de lo que es un malpaís. También llamado “maipez” o “malpey” en otras islas, un malpaís no es otra cosa que una colada de lava tipo AA, es decir, muy densa, que al enfriarse deja un paisaje muy agreste, con rocas muy porosas, de borde muy afilado. Se le llama malpaís porque adentrarse en ese suelo puede tener consecuencias muy dramáticas. El suelo podría no estar del todo compacto y llegar a atravesar con el pie una burbuja de aire en la roca que, al ser muy porosa, podría romperse bajo el peso de un ser humano. Además de ello, los bordes de las rocas son tan afilados, que te dejas literalmente las suelas y los flancos de las zapatillas en ese terreno. El Malpaís de las Siete Lenguas (Siete coladas diferentes que salieron del Volcán Corona hace varios cientos de años) forma parte de una Reserva Natural Especial y, por ello, se limitó la inscripción en la prueba reina (50km) a un máximo de 100 corredores. Al ser un espacio protegido, sólo dispone de un acceso. Un abrasivo sendero marcado por pequeños mojones de piedra, utilizado por los Servicios de Medio Ambiente para el mantenimiento y protección del entorno. Después de salir de esa zona, cualquier cosa que pises será una maravilla bajo tus pies. Al terminar el sendero de las Siete Lenguas, el camino prosigue, ya en suave descenso hacia la localidad de Órzola, donde nos espera uno de los últimos avituallamientos. Desde allí, seguimos bordeando la costa hasta comenzar la ascensión al Mirador del Río. Esa ascensión no es que fuera excesivamente dura, pero sí se hizo larga. Sandra y los otros dos chicos que iban conmigo aceleraron el ritmo y los perdí. El ascenso no tiene mucha pendiente, pero cuando parece que ya has llegado a la cima, aparece otra loma por detrás y sigue el camino para arriba. Cuando por fin se llega al Mirador del Río, las vistas son incomparables; ante los ojos, las islas de La Graciosa, Alegranza y Montaña Clara, el color turquesa del estrecho del Río es un placer a los ojos, pero para las piernas, comienza la primera parte del calvario, el descenso por el Camino de los Gracioseros, que baja casi hasta la playa del Risco y donde me encuentro con Yasmina e Ismael, de Arista que van a un ritmo mucho más elevado que yo. Termino el descenso y me encuentro de nuevo con Vicente Travieso y juntos llegamos al inicio de la segunda parte del calvario. El ascenso al Mirador de Guinate. Yo aún no tengo claro que allí haya un sendero. A veces lo parece, pero lo mires desde donde lo mires, eso es una broma de mal gusto que le añade un toque de picante a la prueba. Desde abajo, se puede ver puntitos de colores, “trepando” literalmente por la pared. Desde luego, la Haría Extreme no es para personas con vértigo. Espero a que llegue la galesa y junto a Vicente, empiezo a subir por esa cuesta. Al cabo de un rato, un señor baja y nos dice que para él se acabó, que se va a la playa del Risco para que lo saquen de allí en barca, que ya le estaba empezando a dar un “yuyu” del calor, la altura y la pendiente. Es verdad que el calor aprieta. Estamos en la vertiente noroeste de la isla y, a esta hora de la tarde, en Lanzarote hace mucho calor. La piedra negra volcánica tampoco ayuda mucho a disiparlo, la verdad. Casi a medio camino, decido mirar hacia atrás y hacia abajo y me impresiona la pendiente. Abajo se ven pequeños puntitos de colores e intuyo que alguno de ellos debe ser el señor Galán. Llegamos a una zona algo más cómoda y aparecen dos miembros del Equipo de Rescate, con cascos, arneses, cuerdas y anclajes, descendiendo por la pared y trayéndonos una garrafa de agua para poder avituallarnos a media altura. Pienso “si estos dos tienen que bajar hasta aquí con arneses y cuerdas...¿Qué demonios hacemos aquí nosotros con licras y zapatillas?” En fin, borro ese pensamiento de mi cabeza y me alegro de no ser acrofóbico, porque ahora lo estaría pasando realmente mal. Si miro hacia abajo, sólo se ve el mar y rocas. Un tropiezo en este punto podría suponer una auténtica desgracia. Por fin, llego al Mirador, donde hay instalado un avituallamiento, el penúltimo. Allí me paro un poco porque no puedo seguir el ritmo de Vicente ni alcanzar a Ismael y Yasmina. Aparece Sergio Espinosa, de Arista, y me anima, sólo queda el ascenso a Gallo y descender hacia Haría. Ya no queda casi nada. Me uno a Galán, que ya ha llegado a Guinate y comenzamos el cresteo junto al precipicio que bordea los Riscos de Famara, ascendemos Gallo, llegamos al último avituallamiento y me lanzo descenso abajo para llegar ya a Haría. En el final de la bajada, llamo a Sarito, para avisarla de que ya estoy llegando, entro en las calles asfaltadas de Haría y, por fin, tras un corto descenso, entro en la plaza y cruzo la línea de meta, uff, por fin!! Ni pongo el tiempo, porque fue un montón. En la lista de clasificación, se me encuentra antes empezando por el final. El año que viene, repito y, seguro que mejoro el tiempo.