Escuela de Calor
Comencemos esta crónica por donde se debe: el principio de todo. Llegábamos Sarito y yo a Artenara el sábado a las 17:00 y ya nos sorprendía la temperatura que encontrábamos por San Mateo (26º). Al llegar a la Cruz de Tejeda, el aspecto del cielo no podía ser más desalentador para mí. Cielo blanco "velado", calima y previsión de calor. Llegamos a Artenara y nos encontramos con Inma e Indi. Después de alojarnos en la casa-cueva de sus primos (una maravilla excavada en la roca donde la temperatura no sube nunca de 20º) nos desplazamos a la plaza de la localidad cumbrera. Después de prestar atención al "briefing" previo a la prueba, explicado con todo lujo de detalle por Fer (Fernando González - Club Deportivo Arista), director de carrera, nos sacamos unas fotos con Oihana Kortázar (Campeona de Europa de SkyRace® y reciente vencedora de la Zegama-Aizkorri), nos rencontramos con Dani Sanabria (de la revista Planeta Running), conocimos personalmente a Jorge Rivero (de la web Run & Race), a Ezequiel Bellido (de la revista Corredor de Montaña) y al incombustible Nil Bohigas (de No Limit - Revista Trail). Con ellos vimos la Caldera de Tejeda desde el mirador de Unamuno y comentamos lo que nos depararía el día siguiente. Es una gozada compartir un buen rato charlando de carreras y naturaleza con personas que aman y tanto saben de ambas cosas. Al cabo de un rato, a las 20:00 el reloj de la plaza marcaba aún 24º. Temperatura demasiado alta para esa hora en ese lugar. El aspecto del cielo y esa temperatura nos daban una idea de lo que nos esperaba el día siguiente.
Domingo 19 de junio - El horno sí está pa' bollos
Amanecía el domingo a las 06:30am con un cielo celeste y 24ºC. Después de un desayuno potente, nos vestimos y caminamos hasta la plaza de Artenara para encontrarnos de nuevo con los periodistas antes mencionados y con la gran familia de corredores de montaña. A medida que iban pasando los minutos, la temperatura subía y se empezaba a notar un aire templado que venía desde el sur.
A las 9:00 se daba la salida ya con 27º y viento caliente de sur, antesala de lo que se nos venía encima. Comenzamos a trotar cuesta arriba por la calle que lleva al Santuario de la Virgen de la Cuevita, ermita excavada en la roca por los antiguos canarios. Seguidamente, encaramos el sendero que nos llevaría a los Riscos de Chapín en una larga fila de a uno en la que algunos se afanaban por adelantar posiciones como fuera. Al terminar la primera ascensión de la jornada, llegamos al cruce que nos conduciría en un veloz descenso, y aún con las fuerzas intactas, al barrio de Las Peñas. Posteriormente, tras una breve subida, pero en la que ya empezamos a notar el inclemente calor que se iba apoderando de los barrancos, llegamos a Las Arbejas, donde estaba situado el primer avituallamiento. En este punto, adelanté varias posiciones, ya que me salté el avituallamiento ¿Por qué? Pues porque llevaba suficiente agua en los bidones y en camel y también porque justo antes de darse la salida, me metí un gel entre pecho y espalda (son "truquis" que aprende uno de "pros" como Sebastien Chaigneau y quien quiera comprobarlo, sólo tiene que mirar una foto de la salida de la The North Face Transgrancanaria de este año para ver cómo el Seb lo hace. Ah, recomiendo entrenar al cuerpo para este truco varias veces, o el día de la carrera nos veremos echando la papilla a los cinco minutos de echarnos a correr).
Tras abandonar el pago de Las Arbejas, comenzamos un sube y baja por la zona de Bajalobo que nos conduciría por tierra y asfalto hasta el segundo avituallamiento, la Presa de Lugarejos. Entretanto, a mí me dio tiempo a caerme (¿Cómo no? Las malas costumbres no hay que perderlas) y dejarme la palma de la mano derecha (la que he tenido que usar hoy con el ratón del PC en el curro), codo, hombro y rodilla derechos en el camino. Ya en la presa de Lugarejos se notaba que el Sol nos iba a dar "p'al pelo". Mucho hielo en las cacharras (bidones), mucho hielo en el camel y a remojar la cabecita y la gorra porque el plato fuerte de la jornada estaba justo al terminar de cruzar el muro de la presa: la subida al Pico de La Bandera.
El Galibier, oye!
Uf! Ya las primeras rampas sobre suelo empedrado te van adelantando lo que está por llegar. El ascenso al Pico de la Bandera, de 5km de longitud se puede resumir como una sucesión de rampones y "zetas", dentro de un pinar en donde sólo hay un pequeño descenso de unos 50 metros. Ahí fue donde el calor (40º) nos apretó unas tuercas que terminaría de pasar de rosca algo más adelante. El andar cansino, el calor, el aire caliente que, unido a ese olor que tiene un pinar cuando el sol aprieta y que no te deja respirar bien, hicieron de la ascensión un auténtico suplicio para muchos. Al hacer cima, que parecía no llegar nunca, ya no quedaban fuerzas ni para correr en el descenso (salpicado por un par de cuestitas que se convirtieron en auténticas tachuelas para nuestros castigados cuádriceps). Cuando por fin llegamos al avituallamiento de Tamadaba, muchos optarían por retirarse. Para cuando mis piernas consiguieron mover mi cuerpo hasta ese punto, ya no quedaba bebida isotónica en el puesto, ni hielo. Lo único que pude hacer es ver cómo mi amigo Indi llegaba allí unos minutos después y se iba un minuto antes que yo. Decidí que no podía rendirme y que debía continuar. Siguieron pasando los kilómetros y llegué al siguiente puesto donde sí había isotónicos y hielo, así que decidí cargar el camel y uno de los bidones con agua y hielo. El otro bidón lo llené con bebida isotónica y mucho hielo. Eso me permitió disponer de bastante reserva de líquido para llegar con garantías de continuidad al siguiente puesto y a la meta. Lo que nos aguardaba por delante era un potente ascenso por un sendero entre pinar donde el Sol nos seguía cocinando a gusto. Al terminar, se llegaba a una pista de tierra y, justo después, el descenso más técnico que he visto en mi vida. Sólo faltaba que nos dieran unos arneses y cuerdas para rapelar. La organización, previendo que alguno podría llegar allí con los reflejos muy mermados, había dispuesto un equipo de rescate tanto en el inicio como al final del descenso que terminaba en una arista de roca unos 20 metros antes de llegar al muro de la Presa de la Candelaria, junto a la Mesa de Acusa. Allí abajo, el termómetro marcaba con justicia los 40º. Se llegaba después a una pequeña pista de tierra, donde me encontré con Nacho Díaz-Reixa que ya llevaba los pies cascados por el calor, y luego a la carretera donde estaba situado el último avituallamiento antes de la meta. Allí volví a encontrarme con Indi que, para entonces, ya iba bastante tocado pero con fuerzas (¡Quién pudiera soportar el calor como lo haces tú, tío! Bueno, tú dirás lo mismo de mi resistencia al frío).
La Croix de Fer (Jejejeje, es que cuadró, lo siento!)
El último ascenso ya no era dentro de pinar sino al lado del pinar. Con esto quiero decir que, es verdad que de vez en cuando había algún pino que daba sombra (bajo la cual me llegué a encontrar a cuatro compañeros de horno sentados recuperando energía), pero el resto del camino era un ascenso ininterrumpido, más suave que los anteriores, pero ininterrumpido por unos escalones naturales de roca, escalando el Monte del Brezo por la vertiente oeste. El viento cálido del sur seguía soplando suave, pero seco, al interior de nuestros ya debilitados pulmones y el astro rey nos daba el último vuelta y vuelta para acabar de cocinarnos. Se podía sentir incluso el calor reflejado por las rocas, de modo que nos quemábamos desde arriba y desde abajo. Cuando por fin parecía que habíamos llegado arriba, un grupito de corredores que no nos habíamos dividido desde los últimos 2km, nos dimos cuenta de que era un espejismo, un cruce con una pista de tierra y que debíamos seguir ascendiendo por roca desnuda y, ya por fin, más adentrados en el pinar. Cuando pude divisar ahí cerca las antenas de Artenara y el letrero de la Red de Senderos del municipio cumbrero, ya sabía que sólo quedaba bajar y casi al final una última subidita unos cien metros antes de la meta. Durante esa última subida, pasamos justo al lado de la piscina municipal donde estaban disfrutando de un refrescante baño nuestros compañeros de carrera (los que habían llegado mucho antes, claro) y, qué quieres que te diga, es un palo cuando estás comenzando la última rampa. En ese momento, Juan Alemán me pregunta que cómo entramos en meta y yo, parafraseando a Iker Karrera en la última Transvulcania, le respondí "yo no te voy a esprintar", así que me propuso trotar en la última bajada por la carretera que da entrada al pueblo y entrar cogidos de la mano en alto. Así lo hicimos y fue un momento que llevaba horas deseando que llegara, por fin! Ni en la Transgrancanaria de 2008 había sufrido tanto. A mí el calor me destroza y ayer el Sol junto con el viento sur me puso en mi sitio. De haber sido otras las condiciones meteorológicas, de haber hecho fresco o frío, otro gallo me hubiera cantado. Pero ayer no, ayer la cuestión desde el kilómetro 15 era seguir, seguir, no rendirse nunca, seguir y llegar. Como la vida misma. Al final, quería terminar en menos de 6 horas y mi tiempo fue de 5:59:59. Niquelado!
Hola, he descubierto tu blog por casualidad. Enhorabuena por esa resistencia hasta el final y por no rendirte. Es una buena crónica que describe perfectamente lo que tuvo que "cocerse" ahí arriba. Me tomo la libertad de ficharte y pasarme por aquí de vez en cuando, es bueno saber lo que se siente en la montaña.
ResponderEliminar¡Enhorabuena Dani!
ResponderEliminarEs duro seguir corriendo cuando las sensaciones no son las esperadas..... Y también más grande la satisfacción por entrada en meta.
Un abrazo