La salida del Ultra Trail du Mont Blanc siempre ha sido un evento muy populoso, corredores guardando posiciones desde 2 horas antes, gentío, fotógrafos, televisión, el público esperando la aparición de los "pros", etc. Este año, no. Desde que Sarito y yo salimos del apartamento, ya nos dábamos cuenta de que este año, la salida iba a tener una apariencia mucho más.."deslucida". Efectivamente, a menos de una hora de las 23:30, aún quedaban huecos en la primera fila de los "amateurs", separados por una valla de la zona reservada para los "pros" y finishers top-30 del año anterior. Ni la lluvia ni las temperaturas dejaban de caer. Hacía mucho frío y de cuando en cuando, caía un palo de agua considerable. Caras de nerviosismo en los corredores y en el público, ultrarunners que iban apareciendo a cuentagotas y un nudo interno junto a la boca del estómago que nos obligaba a pensar: "Uff, la que nos espera!". Mucho chubasquero, mucha bolsa de basura al revés, mucho frío. Como quien no quiere la cosa, la Place de l'Eglise se empezó a llenar y llegó Chencho con su hijo. Sarito y yo estábamos sentados bajo el toldo de la cafetería Le Chamonix junto a Quim Farrero, de la revista Trail® y su familia, hasta que Quim tuvo que despedirse de ellos porque claro, él había venido a trabajar y tenía que ir a la línea de salida. Cuando sólo faltaban 10 minutos para la salida, decido salir de debajo del toldo de la cafetería del Hôtel Le Chamonix y cobijarme junto a otros corredores y junto a Chencho bajo un balcón, junto al cajero del Caisse d'Eparne. La preocupación de todos era saber si entre ese tumulto que teníamos delante, había una valla o el camino estaba despejado, porque, a esa hora, ya había 2300 corredores en la zona de salida.
Empieza a sonar "Singing in the rain" y por las pantallas, vemos a Catherine Poletti, bailando junto a otros miembros de la organización con el paraguas en la mano. Ella sí que sabe pasárselo bien! Y nosotros mirando al cielo. Justo antes de dar la salida, la señora Poletti nos lee la previsión meteorológica: "Previsión de perturbación tormentosa en toda la zona del Mont Blanc y valle de Chamonix; corredores, haced uso del material obligatorio (para entonces casi todos lo llevábamos ya puesto, porque el frío era de aúpa y la lluvia seguía cayendo), recordad que vuestra seguridad en la alta montaña dependerá de la calidad de lo que hayáis metido en vuestras mochilas; encontrareís mucha lluvia, encontraréis frío, encontraréis nieve; tened cuidado, disfrutad todo lo que podais de la carrera, respetad la naturaleza, respetad a los voluntarios (¿Cómo no vamos a respetar a un grupo de personas que no cobra un duro y que están esperándonos a 2500m de altura en el Col de la Seigne con este temporal?), respetad al resto de corredores (idem de lo anterior) y volved a Chamonix habiendo vivido una maravillosa aventura". Qué bonitas palabras. Qué frío, caray! Y entonces...llega el momento que nos pone el vello de punta a todos: Empieza a sonar en los altavoces "Conquest of Paradise" de Vangelis y vivo un momento sobrecogedor. Todos los corredores que me rodean comienzan, como si de un rito se tratara, como un karma, a murmurar la canción. Cuando casi 2000 personas apelotonadas en una línea de salida (tan juntos unos de otros, que hasta se nos quita el frío) murmuran la misma canción que todos llevábamos años deseando escuchar en esa situación y en ese sitio, nos olvidamos de la lluvia, del frío....de todo. Esa canción es como la luz ambar de un semáforo inglés. Es el sonido que inyecta adrenalina por todo tu cuerpo, enciende tus músculos y te obliga a pensar "Ya está, no hay marcha atrás, se va a dar la salida del Ultra Trail del Mont Blanc, yo estoy aquí y hemos venido a correr". 10, 9, "Mucha suerte, Dani"-me dice Chencho- 8, 7, "Igual, Chencho"-le digo- 6, 5, 4, 3, 2, 1 y un griterío abrumador nos sobrecoge. Todo Chamonix ha ido saliendo de sus casas poco a poco y, entre la lluvia, ha ido ocupando posiciones en los márgenes de la calle Doctor Paccard. Como Chencho y yo estamos en unas posiciones de salida algo retrasadas, tardamos aún un poco en cruzar la línea de salida. Miramos al margen izquierdo para ver si podemos identificar a la familia entre tanta gente. Chencho consigue ver a su hijo, pero yo no puedo ver a Sarito. Hay demasiada gente y no soy precisamente el más alto de por allí. En mi espalda siento una mano de la misma manera que yo le pongo la mano en la espalda al de delante, no podemos perder de vista el suelo durante mucho tiempo porque toda la salida está llena de trampas: aceras, huecos de bolardos que han retirado para que nosotros pudiéramos pasar, charcos, etc. El hueco por delante se abre un poco y nos echamos a trotar. Al ambiente en una carrera de estas es incomparable. Si cada uno de nosotros ha venido con uno o dos acompañantes como mínimo, junto con los que han venido sencillamente a ver el UTMB como gran evento deportivo de verano (Ah, pero que estamos en verano? Caray, soy canario y esto para mí no es verano, qué frío.), la población de Chamonix aumenta en casi 50.000 personas durante ese fin de semana y parecía que toda esa gente estaba en la Rue du Docteur Paccard. Todo el mundo aplaudiendo, gritando "Bravo", "Allez, allez", "Bon courage". Se te ponen los pelos de punta. En esto, Chencho y yo nos giramos porque notamos por el rabillo del ojo unas caras familiares: Fer y Carlos Díaz-Recio están entre el público junto a la fuente de La Poste y nos animan. ¡Qué buenas vibraciones! Seguimos corriendo por la avenida y poco a poco nos acercamos a la entrada del sendero que nos conduciría a Les Houches.
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