Después de bajar como un poseso (subir no, pero bajar se me da bien, es lo bueno de ser bajito) llegué a Trient y me dirigí al avituallamiento. El Sol ya pegaba muy fuerte y tenía la cara empapada en sudor. Al pasar junto a la iglesia, un grupo de aficionados españoles me da ánimos. Eso reconforta mucho, lo agradecí sinceramente. Un "Allez!", un "Bon courage!", un "Bravo!" suenan muy bien, pero para nosotros, no se pueden comparar a un "Vamos!" o un "Ánimo!". Entro en el avituallamiento puntualmente presentado en sociedad por un speaker. "¡Esto es de otro mundo!", pienso. Voy directo al depósito de agua y cargo los bidones, como algo de queso, pido dos tazas de cola y me llevo dos trozos de plátano que me saben a gloria. Les pregunto a los voluntarios si tienen bebida energética y lo que me dan es algo parecido a una mezcla entre zumo de frutas con caldo. Efectivamente, no sabía muy bien, pero seguro que tiene "fundamento" como diría mi madre, así que lleno un bidón con aquella cosa rara y, cuando lo estoy cerrando, entran Goyo y Paco. Les explico cómo es la subida que nos queda por delante y les tranquiliza saber que es la última de la carrera (es la información que yo tenía en ese momento de la carrera). Les digo "Chicos, yo voy a aprovechar que me siento bien, pero voy a subir Catogne al tran-tran, que cuando la subí con Sarito en el TMB nos costó horrores, porque es empinada y un sinfin de zigzags que no acaba nunca. Probablemente me cojan ustedes por el camino". Me responden que sí y me dicen que si me siento bien, que tire para delante. Salgo del avituallamiento y me dispongo a subir el cuestón en "modo diésel". Ya no tengo prisa por llegar a ningún sitio, controlo el tiempo y sé que tengo margen de sobra para llegar todo el resto del camino hasta Chamonix andando despacio, si fuera necesario. Hago los cálculos mentales necesarios y me sobraría un montón de tiempo. "¡Genial!", me digo, "Ahora, al golpito, despacito y con buena letra". Cruzo el río y empiezo a subir por la pista de tierra, luego, me desvío por el sendero y empiezo la interminable sucesión de curvas sin ninguna prisa.
Mientras asciendo, cabeza abajo y mirando siempre al suelo, con las gafas de sol sobre la visera y las gotas de sudor corriendo por la cara, adelanto a varios corredores a los que no había visto en toda la carrera y que, en ese punto, tienen que pararse a sentarse en alguna piedra junto al camino para descansar. Uno de ellos, un japonés -creo-, está reventado, no puede ni apoyar las manos sobre las rodillas al sentarse. Al pasar junto a él le doy ánimos en francés (por costumbre, sobre todo) "Courage, courage!" y levanta la mano en señal de agradecimiento. Encuentro a corredores que caminan casi de lado, otros van escorados y parece que se van a caer, pero sólo miran hacia delante, como si hubiera un punto de luz en el infinito hacia el que tienen que ir y que les guía hacia la meta. Delante de mí, aparecen unas Hokas® y, calzada en ellas, una chica (una máster 40, en realidad) sube algo más despacio que yo, pero sin parar. Decido seguir su ritmo para bajar un poco las pulsaciones y, así, permitir que Goyo y Paco me alcancen porque ya me estaba extrañando que no lo hubieran hecho. Al cabo de un buen rato, ella se aparta para un lado justo donde hay un tronco podrido con una madera muy roja y me acuerdo del TMB. Recuerdo que, poco después de pasar por allí con Sarito, llegamos al alpage de Tseppes, donde aquellos dos toros se mugían entre sí "diciéndose de todo" y, poco después, se llegaba a la cima, donde el camino suavizaba la pendiente. En ese momento, miré para atrás y busqué por el camino más abajo, entre los árboles para ver si conseguía divisar el buff de Goyo, pero nada. No veía ningún color conocido. Seguí ascendiendo poco a poco y terminé llegando arriba, donde el camino se vuelve casi llano y alcancé a un grupo de corredores que hablaban en castellano. Me dejaron pasar y les dí las gracias en español y uno de ellos me pregunta: "Espera, ¿Tú no subiste conmigo el Bonhomme?", me doy la vuelta y no reconozco al chico que me habla y le pregunto "¿Quién eres?" , "Soy Miguel, de Castellón". No me lo puedo creer. Acabo de alcanzar a un chico al que no reconozco porque al Bonhomme subió con un chubasquero amarillo, como le recordé, y ahora iba vestido de rojo. Me alegra mucho verle de nuevo y me sorprendo de haberle alcanzado porque este chico me pasó como un avión entre el Col de Bonhomme y el Col dela Croix de Bonhomme, para no volver a verle más hasta ahora.
Me despido de él porque yo andaba con un ritmo algo más rápido que el de él y me echo a trotar cuesta abajo para llegar al control de Catogne. Después de pasar por allí, alcanzo a un chico que lleva una camiseta de Argentina y le saludo diciéndole que soy Canario y que me alegra mucho ver a un latino en esa carrera, me deja pasar mandándome muchos saludos para nuestras islas y sigo bajando hasta el cruce en el que el camino vuelve a ascender suavemente y a meterse en un bosque. Allí, me encuentro con una familia que busca setas y alcanzo a dos chicos que hablan catalán. Les reconozco, sobre todo a uno, que es muy alto y me acuerdo de que la anterior vez que les ví fue en Courmayeur. Pienso: "Caray! Pues sí que le he metido caña al cuerpo, estoy pillando gente a la que no veo, literalmente, desde ayer!". Les adelanto y sé que queda una bajada rapidísima hacia Vallorcine. El camino me tenia guardada una sorpresa muy, muy agradable.
Llego por la pista de tierra hasta el cruce montado por los bomberos de montaña de Vallorcine y me alegro de volver a entrar en Alta Saboya, le pregunto a uno si la botella de refresco de cola que había junto a la valla era para nosotros y, desde lejos, me dice que sí, que puedo beber. Me echo un buen trago de refresco y me lanzo por el sendero hacia el siguiente avituallamiento.
La bajada hacia Vallorcine es muy variada, tiene zonas muy técnicas entre bosque, con muchas raíces que sobresalen del suelo, piedras, un desnivel brutal y termina con una loma llena de hierba. Dentro del bosque, adelanto a un máster 60 que bajaba ya con algo de dificultad y adelanto a un chico francés llamado Pascal. Muy poco después, la sorpresa: dos figuras familiares me saludan desde lejos "Ese Dani!!", me entran ganas de llorar, son Fer y David, de Arista. Me paro para hablar con ellos y Fer me dice asombrado que me ve muy bien, que voy súper entero, cuando la gente llega allí destrozada. Me dice "Chacho, Dani, se te ve súper fresco, si hasta puedes correr! Chacho, que esto aquí ya es un desfile de cadáveres, aquí la gente ya llega muerta!" Yo les digo que no sé por qué, pero que me siento muy bien, que a medida que la carrera iba pasando, yo me iba encontrando mejor. Le doy las gracias a Fer por el consejo que me dio de dormir 20 minutos en Bertone. Le digo también que tuve que dormir en Champex porque me dormía caminando y que Goyo y Paco vienen por detrás, pero que no sé a qué distancia. Fer me dice que adelante, que me estaba haciendo un carrerón y añade "Tío, que lo vas a conseguir, que te vas a hacer un Mont Blanc!" Esas palabras, ya me hacen temblar y pienso "Joder! Es verdad, voy a ser finisher del UTMB!", aparece Pascal y me despido de Fer y David sin antes decirles que esa noche, si puedo, las cervezas las pago yo. Fer me advierte: "Ah, Dani, te lo digo para que no te coja de sorpresa, les han puesto una sorpresita antes de llegar. No se va a hacer la entrada a Chamonix por el valle, cuando pases Argentiere, les han puesto una subida de regalo, son unos 200 metros de desnivel en unos 2 ó 3 kilómetros, no lo sé muy bien, pero no te quemes mucho para que puedas subirla y así no te coje de sorpresa". Le doy las gracias y pienso en la familia de Catherine Poletti (a buen entendedor...).
Vuelvo a alcanzar a Pascal y él me dice que prefiere que yo vaya delante, marcando el paso en la bajada. Vaya, debe de ser que tengo más técnica que él, pero a mi me viene mejor bajar por delante. Continuamos el pronunciado descenso por una sucesión interminable de curvas en tierra arcillosa y llegamos a unas casas, allí está la última bajada. La loma de hierba ya tiene un caminito hecho y bajamos como dos disparos dando un auténtico espectáculo que el público agradece aplaudiendo y sacando fotos y vídeos. Un americano nos dice "Great show, guys, well done!" Felicito a Pascal por la bajada y él me dice que parecíamos dos VTT (Mountain bikes) de la copa del mundo de descensos. Nos reímos y entramos en el avituallamiento.
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