jueves, 4 de septiembre de 2014

The North Face® Lavaredo Ultra Trail 2014 - La trilogía TNF europea


Pic: © Lavaredo Ultra Trail® ultratrail.it

De vuelta por el blog, me doy cuenta de que se me vuelven a quedar crónicas en el tintero.

El último post fue el de la mochila TNF (que, por cierto, sigo tuneando, jajaja). Eso significa que aún no he escrito nada de Lavaredo Ultra Trail ¬¬.

Rememorando posts anteriores, recuerdo que aún me encontraba lesionado a un mes de irme a Italia. Después de mucho sufrir durante los dos meses que pasé sin poder entrenar y, de hecho, pasando momentos psicológicamente muy duros (por no saber si llegaría bien a Lavaredo y por no saber siquiera si podría correr de nuevo), gracias a los masajes y terapias de recuperación del osteópata Jose Ramos Quintana y gracias al impagable apoyo de mi hija, de mis padres, de Sarito y de mis dos compañeros de fatigas montañeras, Sergio Soliño y Juan Carlos Ramos Quintana, quienes me sacaron de casa cuando me encontraba realmente hundido, terminé por recuperarme (aunque mi tobillo derecho ya no es el mismo) y, de hecho, conseguí recuperar algo de forma volviendo a entrenar y participando el 14 de junio en la Artenara Trail en la que conseguí bajar mi tiempo gracias a unos últimos kilómetros de carrera en los que mi cuerpo sacó energías no sé de dónde.

El viaje
Con todo esto, recuperada la moral y las buenas sensaciones, nos marchamos Sarito, yo y un buen grupo del Club Arista a Italia. Llegada a Bérgamo (sí, está lejos de Cortina D'Ampezzo, pero allí vuela directo Ryanair y, por 150€ ida y vuelta, ya me dirán ustedes...), alquiler de coche con Rentalcars.com y Europcar, y excursión a Venecia, ya que nos cogía de paso y ciudad en la que yo nunca había estado. Después de ahí, carretera hasta Cortina y llegada al apartamento Villa Dolomítica que habíamos alquilado a través de HomeAway. Desde aquí, Sarito y yo queremos enviarle un grandísimo abrazo a la familia Constantini por lo bien que nos trataron y todas las facilidades que nos proporcionaron durante nuestra estancia en el apartamento de su casa. Por cierto, está a 10 minutos (caminando tranquilitos) de la iglesia de Cortina, al otro lado del río, en la Localitá Ronco (¡Muy cerca de los últimos km de carrera!).

Cortina D’Ampezzo
Cortina mola. Es un pueblo súper caro, pero mola. Para los canarios que no hayan ido: es como Teror, pero con taxis como este:


Sí, Subaru Imprezza WRX STI (para los profanos, 325cv y un consumo de 20L/100km)
En resumidas cuentas. Llegamos un lunes y primera sorpresa. Sarito y yo nos vamos a cenar a la pizzería Cinque Torri y allí nos encontramos (foto de rigor, cómo no) con Rory Bosio, corredora pro de The North Face y ganadora del UTMB 2013 y 2014. A la postre, también ganaría el LUT.

Mi foto con Rory Bosio. Pic: ©Daniel Quintana Santana

Ya para el martes tenía yo preparado entrenar con Sarito la primera parte de la carrera. Es un sendero que, para mí, era totalmente desconocido. Se inicia desde la iglesia en dirección al palacio del hielo y tras un giro a izquierda, se abandona el asfalto para ascender por una fuerte pendiente de tierra y piedra por el sendero que va hasta el Lago Ghedina. Ese día habíamos planeado comprar algo de comida en el restaurante del lago; ¡NO LO HAGAN!. Cada bocadillo (nada de bocatas pantagruélicos tipo Tejeda, Teror, Pepe Chiringo, etc.) era una pequeña rosetta (un pan redondo pequeño) con dos lonchas de spec (ese jamón serrano del norte de Italia) y nos costó 5€ cada uno. ¡Nunca mais! Retomamos el sendero que se suaviza mucho y conecta con una pista de tierra que asciende en zig-zag hasta que se llega a una curva de izquierdas donde hay un banco de madera desde el que se tiene una panorámica preciosa de Cortina D'Ampezzo

Panorámica de Cortina D'Ampezzo pic: ©Daniel Quintana Santana

Entonces, se llega a la zona en la que habrá que estar lo más adelante posible el día, más bien la noche, de la carrera: un sinuoso sendero con caída a la derecha que llanea con cierta picada descendente hasta un cruce bajo el Monte Rosa en el que se separan las rutas de las dos carreras (Lavaredo Ultra Trail y Cortina Trail). Por el sendero de la derecha, se inicia un precioso descenso que nos conduce a la pista de tierra que va paralela a la carretera, justo frente al antiguo aeropuerto de Fiames. Poco antes de llegar abajo, comenzó el cielo a oscurecerse, a sonar truenos y empezó a llover. Como nuestro entreno era hasta allí, volvimos por el sendero que bordea el río, pasando el camping y regresamos a Cortina. 

El miércoles era el día de la excursión. Lo resumo: le metimos cerca de 300km al coche, gastamos unos 30€ en gasolina (OJO, mucho OJO, la gasolina en Italia está a 1,67€/L como muy barato. Saliendo de Cortina en dirección norte hay una gasolinera IP que la tiene a ese precio. Las Q8, Total, Eni, etc., son más caras) y me gasté 240€ en la tienda de la fábrica de LaSportiva, en Ziano di Fiemme. Regresamos a Cortina por el Passo Giau, donde paramos y nos llevamos una de las sorpresas más agradables del viaje: según aparcábamos el coche... aparece marcando el recorrido de la carrera CarlosUltrarun!!!!!!!!!! Agradable reencuentro desde el UTMB 2013. Volvió a recordarme que hay una carrera muy guapa en Madagascar (de hecho, se está disputando la 4ª etapa mientras escribo estas líneas). Lo siento, Carlos, me falta lo más esencial para correr en esa carrera: 4000€. Sí, luego algunos dicen que la Trans es cara. Bendita ignorancia.

Pues llega el jueves, día chachi porque la marca The North Face tiene una jornada de prueba de material. Teóricamente, íbamos a probar las nuevas TrailRunner, pero como no había números para todos, a mí me tocó usar unas con un taqueado brutal para el barro. No recuerdo el modelo, pero tenía un taqueado brutal, para barro molarían mucho. Ahí conocimos a un blogger alemán, Carsten Reichel, que tiene una web guay: Rock n' Trail.

De paso, tuve la suerte de poder sacarme la foto de rigor con Francesca Canepa.

Mi foto con Francesca Canepa pic: ©Daniel Quintana Santana

Por la tarde, paseíto hasta el Palacio del Hielo para la revisión de material y recogida de la bolsa para el “bolso garañón” que recogeremos en el Rifugio Auronzo, a los pies de las Tre Cime di Lavaredo.
El viernes por la mañana, entrega del bolso para el Refugio Auronzo y a esperar la llegada desde Múnich de mi nuevo frontal (¡Joder! ¡Aún no se lo he pagado!) en manos de nuestro amigo José Bejarano: un flamante LedLenser® H7.2 con un tope de 250 lúmenes y vida útil a tope de potencia de 7h con pilas Energizer Lithium (más duración, más ligeras...más caras).
 
Con Jose tocaba irnos a almorzar en altitud y no se nos ocurrió un mejor sitio que el Lago Misurina. Como la carrera sale a las 23:00 y yo tenía todo preparado, teníamos tiempo de sobra para comprar alguna cosilla y comer.

A las 22:30 ya estaba saliendo de casa para ir a la salida. Todo listo, calcetines nuevos BV Sport Trail y compresores nuevos BV Sport Elite. He dejado de usar los CompresSport porque razones que explicaré en otro post. De camino a la línea de salida, la segunda sorpresa del viaje, de hecho, un sorpresón: allí, en el público, detrás de la valla, el gran Paco “Colacho”, que había venido a ver la carrera. También recibo los ánimos de los compis del equipo Arista. No hay nada como las buenas vibraciones y una gran alegría para antes de una carrera.

La Salida
A las 22:57, comienza a sonar en la megafonía el tema principal de “El Bueno, El Feo y El Malo” y se nos ponen los pelos de punta. El UTMB tiene como intro la Conquest of Paradise de Vangelis, el LUT tiene el anteriormente mencionado de Ennio Morricone y ¿La TransGranCanaria? Ahí el amigo Fer debería buscar un temita guapo, épico (no valen ni Gladiator, ni El Último Mohicano, ya están pillados. El Tema principal de Terminator molaría, al fin y al cabo, eso es lo que queremos ser todos los ultreros, “finishers”, “terminadores”).

A las 23:00, como un reloj, se da la salida a la LUT y el grupo comienza cauto, estoy casi atrás del todo y empiezo a avanzar cómodamente por el grupo adelantando corredores. Al llegar al inicio del sendero de tierra, ahí están dándonos ánimos Cristina y Simone, los organizadores de la carrera.
El ritmo se eleva en el ascenso y llegamos a la pista de tierra que zigzaguea hacia la Crepe de Cianderou. Durante el ascenso, consigo adelantar a muchos corredores y me meto en un grupillo ligero en el inicio del llaneo y descenso. La bajada es divertidísima y me limito a seguir unas zapatillas Salomon que bajan como un tiro. Al llegar a la pista de tierra junto al río, me llama la naturaleza y paro un minuto. En este tiempo, aparece por allí José María Izquierdo, con quien llegué a la meta de la Transgrancanaria. La pista es “incómoda”, es decir, no es llana, pica un poco para arriba y está llena de charcos de barro. No es cuestión de empezar una ultra con barro en los calcetines, ¿No?

Poco después, pasamos por debajo de una carretera y nos encaminamos al primer avituallamiento de la noche, en el abandonado Rifugio Ospitale donde me saluda el compañero de marcaje de Carlos Ultrarun, quien me felicita por el tiempo con el que he llegado hasta allí. Más de 1h de margen con respecto al límite horario, siempre tan ajustado en este primer corte para hacer de filtro y quitarse de en medio a mucha gente. A partir de ahí, todo para mí será territorio desconocido hasta que llegue el Lago Misurina.
Después de corretear por una pista de tierra, las marcas nos conducen a una especie de cortafuegos-pista de tierra que asciende sin parar hacia la Forcella Son Forca. Es una pared. Sé que serán unos 10km de ascensión y que luego hay un descenso, pero no estaba preparado del todo para esta subida. Es dura, muy dura. Entiendo por qué Fernando González me recomendó llevar bastones desde el principio. El año que él la corrió, tenía los bastones en la bolsa de Auronzo y los echó en falta en esta sección de la carrera. Mientras subía, siguiendo el ritmo de una chica que iba a unos 5 metros por delante, me adelanta un chico que estaba corriendo esta primera parte de carrera con unas La Sportiva Bushido. Espero que sólo las llevara hasta Auronzo porque si no, sus pies no acabarían enteros para llegar a meta. Es verdad que el tipo era ligero, porque yo, con mi peso (72kg) ya noto hasta la pinocha (pinaza) a los 20km.
De repente, ante nosotros, la estrecha pista de tierra se abre y comenzamos a ver telesillas y postes de pistas de esquí. Pienso “¡Ufff, por fin! Esto se acaba” Un carajo. A la izquierda aparece una pista de esquí y luces que ascienden lentamente por ella. ¡¡¡Mis riñones!!! 

Me dedico a caminar mirando al suelo para no desmoralizarme. La parte inicial de la carrera ha sido ligera y no quiero pagarlo ahora. Es un ultra que, sobre el papel, no parece demasiado duro, pero que tiene muchas sorpresas escondidas. Al cabo de un rato miro al cielo y veo que hay una luz que no se mueve, lentamente, la luz se va acercando y oigo un motor. Por fin, se acabó esta ascensión, le pregunto al guarda forestal que si eso es Son Forca y me confirma que sí, que ahora toca bajar hacia Tre Croci. Genial!
El descenso convierte esa pista de tierra en un estrecho sendero muy muy técnico, con mucha piedra suelta. Delante de mí, a una velocidad endiablada, veo a un chico con una bandera de Cataluña en la mochila y calzado con unas Hoka. Nunca había visto a alguien bajar a esa velocidad por terreno técnico con unas Hoka. Cuando llegamos a Tre Croci, reconozco el sendero por el que fui el año pasado con Sarito y nos metemos de nuevo en el bosque. En la bajada por el sendero veo el primer nevero, aún queda nieve en el camino y estamos a finales de junio. 

En ese descenso, me llevo un par de sustos, pero no toco el suelo. Empiezo a oír ruido y voces y llego a las casitas del valle. Unos vecinos me indican que tengo que cruzar el puente de madera y que el avituallamiento está a 500m. Aquello está lleno de corredores y me entra el rollo “LUTe, camina o revienta”, cargo agua rápido, meto Recupelix, cojo comida y frutos secos, un trozo de queso, chocolate y galletas y salgo disparado para quitarme a otros corredores de delante. Le echo un trago al recupelix y... oh oh!!! Debió ser que el viaje no le cayó bien o que el bote vino raro de fábrica, pero tenía un regusto ácido al final (como diría un catador de vinos) atrás, en la garganta. Cosa rara porque he bebido muuucho Recupelix de vainilla (Bebida deRecuperación de Overstim·s®) y su sabor es una maravilla en medio de un ultra: batido de vainilla, del de toda la vida, un vicio, vamos. Consecuencia, trallazo en la barriga y tiro todo el “recu” para el suelo. Me limitaré a beber el Hydrixir de menta par quitar el mal sabor de boca. Desde momento, ya nada entraba igual, ni los geles, ni las barritas. Me fastidió un poco que se hubiera calentado en el coche el bote de Recupelix, porque es y será una de mis bazas para las ultras, recupera mucho más rápido que otras bebidas y soporta muy bien bajarlo luego con hydrixir de larga distancia.

Con los cambios hechos en la mochila, me encamino a otra ascensión que desconocía, primero por sendero y luego por asfalto. Esta zona no la recuerdo demasiado, pero sí que no paraba de ascender. En el perfil parece poco, pero no acaba nunca y yo quería llegar ya al sendero del Lago Misurina. Poco a poco, el camino nos lleva a una carretera de asfalto y el cielo se vuelve cada vez más azulado. Me digo “Bien, quería que me amaneciera en Misurina y lo voy a lograr”. Hay que decir que aquí, en los Dolomitas, el cielo se empieza a aclarar a las 4 de la mañana y a las 5 ya no hace falta el frontal. Acaba la carretera y volvemos a un sendero, esta vez, es una sucesión de toboganes que pica mayormente hacia abajo y me engancho a un corredor italiano que baja bien. De momento, mis tiempos van de acuerdo con mi plan, pero algo no funciona del todo en la barriga. Me meto medio gel, lo bajo con agua y noto que la barriga se hincha. “¡Mierda!” Ahí dentro se ha parado todo. Le digo al italiano que siga él que yo tengo que pararme. Me llegan unas arcadas e intento vomitar, pero no sale nada de nada. Sigo intentando bajar a mi ritmo de descenso, pero la barriga no me lo permite. La mochila me agobia y bajo la cremallera, dejando únicamente los cierres clip que hice bien en no quitar.

Con lo que me hubiera divertido en esa bajada hacia Misurina y, para mí, está siendo una Miseria. Por fin, llego al lago un poco decepcionado porque no han pasado ni 40km de un ultra de 119 y ya empiezan los problemas. “Nada, Dani, camina o revienta, ya pasará”. A partir de Misurina y hasta Col Gallina todo el camino será tierra explorada, así que sé lo que tengo por delante. Opto por dejar que el cuerpo haga su trabajo y se reactive. Poco a poco, camino por donde tenía pensado trotar y comienzo el ascenso hacia el Refugio Auronzo donde podré cambiarme y comer algo que me siente las madres. En el ascenso, me reencuentro con Eolo y con José María Izquierdo y volvemos a cruzar neveros. El paisaje, ahora ya con el sol asomando por los Dolomitas, es espectacular. Los colores de la roca, los rayos de sol, atravesando el bosque, el sonido del agua a tu lado... un paraíso para los montañeros. 

Llego a Auronzo con muchos problemas, me cuesta subir y cuando bebo agua se me para en el estómago. Los voluntarios me dan mi bolsa y me meto en una caseta de tela en la que hace un frío que pela. El ambiente allí es distendido, aunque ves caras que, como la mía, reflejan que la carrera se está haciendo muy larga. Yo prefiero ir a lo mío y cambiar calcetines, limpiar las zapatillas por dentro y ordenar un poco la mochila y la bolsa. Como ya no tengo claro si llegaré o no de día, dejo el frontal H7.2 y cojo el H7, más ligero y cómodo de llevar. Cambio las bolsas de comida (barritas y geles) y desestimo coger el bote con Recupelix. Meto sólo el bote de “Hydri”, me cambio el tape de los tobillos y devuelvo la bolsa. Los voluntarios me indican que, si quiero comida caliente, tengo que entrar en el refugio. Perfecto, hay sopa con fideos y queso de montaña, parecido al queso duro cumbrero de Gran Canaria, ese que se desmorona cuando lo intentas partir. Me meto dos platos de sopa y ¡Otra sorpresa agradable! Allí, en Auronzo, me encuentro con la grandísima Susana que debe estar pasándolo por lo que leo en su cara. Es una titana y en ese momento estoy convencido de que lo logrará (a la postre, decidió abandonar. No tiene que demostrarle nada a nadie. Para mí, es un referente de ultrera, una grande. Enhorabuena por haber llegado hasta donde lo hicieron Susana!!! Esta claro que la ilusión mueve tus piernas).

Con el estómago algo repuesto, cargo agua en los bidones y me echo de nuevo al camino, en dirección a las Tres Cimas de Lavaredo, en medio de un paisaje totalmente nevado. Lentamente vuelvo a encontrarme mejor y el sol empieza a calentar levemente el cuerpo. Al llegar a la Forcella Lavaredo, el paisaje se vuelve aún más espectacular: La base de las Tre Cime está totalmente nevada y el paso por la Forcella (Degollada, en terminología senderista canaria) lo hacemos con un muro de 2m de altura de nieve y hielo a cada lado.


Mi foto con las Tre Cime di Lavaredo pic: ©Daniel Quintana Santana
El descenso, que ya conozco, me anima a trotar y las cosas vuelven a ponerse en su sitio, adquiero velocidad, me llevo un par de sustos y me lanzo hacia abajo, en dirección al Lago di Landro. No sé qué fue lo que hice en el baño de Auronzo, pero algo no me lo debí colocar bien. Al llegar abajo, al bosque, justo donde más podría correr y recuperar tiempo perdido, me tengo que parar para entrar en boxes. Pipí pause. Vuelta al lío y, 500m más adelante, ¡Sorpresa! Pipí pause nº 2. Todo ok, vuelta a correr y, antes de finalizar la bajada, 3ª pipí pause. En esto, no hago más que adelantar a los mismos corredores una y otra vez.
Llego al llano y justo antes de pisar la carretera para bicicletas de montaña (sí en algunos sitios de Europa existe eso, pero allí hay algo que nosotros no tenemos: sitio), 4ª pipí pause. Me exaspero, “¡Joer, así no voy a llegar nunca, entre meo y meo!” me doy cuenta de que cada vez que me vuelvo a subir la lycra, me aprieto demasiado el cordón y demasiado abajo, justo sobre la vejiga. Claro, si presionas la vejiga... cada 2m toca parada técnica. Decido quitar el cierre del cordón/cinta de la lycra ya que el elástico de ésta sujeta suficientemente bien y continúo mi camino. “Uff, mucho mejor” Incluso en medio de una ultra aprendemos cosas para la misma carrera.

Esta pista de tierra es larga, muy larga, ya la había recorrido con Sarito en 2013 caminando y recuerdo que era interminable hasta llegar a Cimabanche. Como sé que después viene la subida hasta la Croda Rosa y Forcella Lerosa, decido recuperarme a base de bastonear y caminar a unos 6km/h. Le llevo mucho tiempo de ventaja al reloj y me lo puedo permitir; pienso “si corriera a unos 9 ó 10 km/h en esta pista que pica siempre hacia arriba, igual peto en Averau”. Así pues, Dani “El Tractor” decide hacer lo que mejor se le da, caminar sin parar. En la pista, a unos 2km del avituallamiento de Cimabanche, me reencuentro con Eolo y José Mª que están sentados comiendo algo. Yo ya no tengo agua en las botellas y Eolo me da algo de la suya ¡Gracias, titán! Me preguntan que cuándo se acaba esta pesadilla de pista y les digo que la carretera está ahí al lado, por lo que el avituallamiento debe estar muy cerca.
Efectivamente, ni 2km más adelante, se empieza a oír música y llego al puesto de control. El sitio está guay, pero el avituallamiento apesta a gasoil y a humo de los motores. ¡¡¡El viento, señores, el viento!!! Yo de eso no sé mucho, pero existen cosas que hay que tener en cuenta.

Salgo del avituallamiento, los voluntarios detienen el tráfico (ojo, que estamos hablando de la carretera que comunica Cortina D’Ampezzo, es decir, Italia, con el Süd Tirol y sur de Austria, no de cualquier carretera comarcal) y me facilitan el paso. Los conductores nos animan con las pitas (de buen rollo, en serio) y alguno aplaude. Al otro lado de la carretera, de nuevo en el bosque, empieza la subida hacia Lerosa. Esa subida me costó horrores con Sarito en 2013. No acaba nunca y la pendiente crece y crece en porcentaje a medida que asciendes. Eso debería estar prohibido. ¡¡¡Ponme la pared al inicio y ve suavizándomelo poco a poco, que llegamos muertos arriba!!! En el ascenso, me vuelvo a encontrar con una imagen familiar, una mochila con una bandera catalana y unas Hoka. Esta vez, sí, le hablo, me presento y desde ahí empezamos a caminar juntos Xavier Agulló y un servidor, camino a la meta. Hablamos de carreras, de refugios de montaña; le cuento que en agosto quiero ir con Sarito y con mi hija Alyssa a Andorra (¡Por expreso deseo de la peque!) y me da consejos de pateos por la zona.

Llegamos al avituallamiento de la Malga Ra Stua (un lugar en el que Sarito y yo pasamos una noche en 2013 y donde te tratan de maravilla, de manera muy familiar). Comemos bien y nos vamos hacia el cerrado Valle de Travenanzes.

De camino al valle, nos caen un par de gotas y Xavier empieza a encontrarse "raro", algo le pasa, pero no se encuentra cómodo del todo. Entramos en el angosto valle y oímos cómo baja lleno de agua. Los últimos días han sido muy lluviosos en la zona y la nieve al derretirse ha aumentado el caudal del río. Justo después de entrar en el valle, en una sección del sendero sobre un derrumbe, Xavier se tiene que parar porque algo no marcha bien. Se provoca el vómito y se limpia con nieve. Al parecer, meterse un RedBull en una ultra... no mola. Después de vomitar, se encontró mucho mejor y volvimos al lío, a corretear por el impresionante Valle de Travenanzes, flanqueados por tremendas paredes de roca y cascadas. Al rato, vemos gente parada junto al riachuelo y pensamos "¿Se han parao a remojarse las piernas?", pero no, cuando llegamos a esa zona del sendero... uooops! El sendero se acaba y, desde el otro lado del riachuelo, otro corredor, usando los dedos como piernas nos dice que hay que cruzar. Os pongo en situación: estás en el km 85 de una ultra de 120km, llegas a un barranco con un caudal de agua de deshielo que llega por la rodilla... y no baja despacio. Xavier decide cruzar descalzo y yo empiezo también a descalzarme, pero pienso "esto es como cuando en la Trans de 2010 llovió un montón y subimos el canal de Tirajana con agua por los tobillos", al carajo, cruzo calzado. ¡¡¡J*deeeeeer, qué fríaaaaaa!!! Ufff, una cosa es meter la pierna hasta la rodilla en el Barranco de Azuaje en la Ruta Doramas y otra muy distinta es meter el pie en agua de deshielo. Al terminar de cruzar, me siento y me descalzo para vaciar la zapatilla y quitar toda el agua posible de los calcetines. No quiero que se me formen ampollas ni que se muevan los estribos de tape que me protegen el tobillo. Continuamos el camino y más adelante volvemos a ver a corredores con el agua por las rodillas y otros buscando un sitio "cómodo" para cruzar. Hacemos lo mismo, buscamos el sitio menos profundo y cruzamos por segunda vez el riachuelo. Aparece una corredora asiática que debía de medir 1'50 y buscando buscando, se mete a cruzar justo por el sitio donde más caudal había. El agua le llegaba por encima de las rodillas y casi se la lleva, pero consiguió pasar soltando improperios en su lengua. Le damos algo de caña por el sendero para recuperar tiempo perdido y algo de ritmo y, en la distancia, volvemos a oír voces, gritos y quejas. Esto debe de ser una broma. Lo imaginan ¿No?, tercer cruce de riachuelo. Para entonces, Xavier y yo, ya curtidos en este Trail River Crossing, cruzamos adelantando a dos corredores sin ningún miramiento, sólo pensando en que en menos de un kilómetro estaba el avituallamiento de Casón de Travenanzes y abandonaríamos por fin el lecho del barranco de marras. "Deu n'hi dó!" Por fin vemos a otros corredores ascender. Nos volvemos a meter en el bosque y llegamos al avituallamiento. Allí cargamos agua y no paramos mucho. Si no recuerdo mal, creo que Xavier bebió algo de té porque se veía que por arriba el cielo se cerraba y en la Forcella del Col dei Bos haría mucho frío.

Salimos del avituallamiento y comenzamos el duro ascenso hacia el Col por un sendero que es un museo al aire libre de la Primera Guerra Mundial. Delante nuestra aparecen la Roca Cuadrada y la Roca Triangular, dos grandes bloques de granito que los soldados austríacos perforaron y convirtieron en nidos de ametralladora. En esta zona, el año pasado, encontré un balín de plomo de 1cm de calibre que debe de tener unos 100 años de antigüedad. Hoy lo que encontramos es lluvia, comienza a llover con fuerza y baja mucho la temperatura. Imprimo un fuerte ritmo para llegar pronto al Col y, cuando llego, miro para detrás convencido de que Xavier venía pegado a mí, pero no lo veo. Ni de lejos. Como la naturaleza vuelve a llamarme, me aparto del sendero y "mi agüita amarilla" riega alegremente la nieve que hay antes del avituallamiento. Me vuelvo para el sendero, vuelvo a mirar hacia abajo y no veo a Xavier. Me extraño. Me siento incluso raro. No me gustan esas situaciones, porque la compañía de Xavi era buena de las de verdad. Aprovecho para pedir a los voluntarios del avituallamiento un poco de refresco de cola y a regañadientes, continúo mi camino, deseando que el titán de Vilafranca del Penedès me coja en la bajada hacia Col Gallina.
Grand, Xavier, ets molt grand!!!!

Soledad
Comienzo el descenso recuperando fuerzas. Se me está haciendo larga la carrera esta. Sobre el papel parece menos dura, pero ¡Leches! Aún quedan 30km duros. Miro el reloj y empiezo a valorar que no llegaré de día ni en menos de 22h. Sigo bajando y lo que se suponía que en el perfil era un descenso, de repente, en un cruce, nos lo convierten en un ascenso por una pista de tierra. Vuelve a salir el sol. En este momento, se agradece. Le subida nos lleva hasta una antigua edificación, también de la Primera Guerra Mundial y, justo después, retoma el descenso por un sendero muy resbaladizo. Abajo, al otro lado de la carretera, puede verse ya el avituallamiento y un nutrido grupo de corredores sentados. Cruzo la carretera entre aplausos de aficionados y turistas, estamos muy cerca del Passo Falzarego y del teleférico que lleva al Rifugio Lagazuoi. Entro en el avituallamiento y me tomo una sopa, cojo piezas de queso de montaña y continúo mi camino, así me quito de enmedio al grupo de corredores que ya empezaba a levantarse para continuar la ruta. Modo "LUTe " on. Camina o revienta.

Miro el perfil y sé que "sólo" me queda subir hasta el Refugio Averau, descender hasta el Passo Giau y, creo, poco más. Cuán equivocado estaba. La subida al Averau es muy dura al principio, es un sendero muy empinado por un bosque y no te permite coger ritmo. Me limito a bastonear y a no resbalarme con las rocas y troncos. Al cabo de unos minutos, justo cuando termina la zona dura, alcanzo a dos corredoras, pero no las puedo adelantar porque en esa sección de sendero se puede incluso trotar un poco. Se ven a la izquierda las Cinque Torri y los telesillas de las pistas de esquí. Al terminar ese sendero, alcanzamos la pista de cemento que lleva a Averau y su inclinación me vuelve a frenar. Me está costando mucho subir. También es verdad que es el punto más alto de la carrera y que hace un frío brutal. El viento sopla de frente y tampoco ayuda. Por fin, llego a Averau y para mi sorpresa, el guarda del refugio está fumándose un cigarrillo en camiseta y pantalones cortos. Lo dicho, de otra pasta. Como aún tengo agua y comida en la mochila, no me paro en el avituallamiento; ¡¡Lo que quiero es llegar ya!! Uff, cómo me está costando. Empiezo a trotar cuesta abajo y adelanto a una de las corredoras (a la otra la dejé atrás en el refugio). La bajada es una pista de tierra muy resbaladiza y me llevo otro susto. El cielo empieza a cerrarse y el viento pega con fuerza.

Forcella Giau
Vuelvo a encontrar ritmo y troto como puedo hacia el Passo Giau. El día de la excursión, Carlos Ultrarun nos dijo cómo era el recorrido a partir de allí. Y a la vista no parecía demasiado duro, pero es que "detrás de un mato, siempre hay un gato" y las colinas escondían sorpresas. Troto por el sendero que baja a Passo Giau y adelanto a un corredor que casi no puede andar. Eso me hace notar que llevo tierra dentro de los zapatos y que me tengo que parar. Al entrar en el avituallamiento del Passo, dos corredores allí sentados me miran con ojos de fatiga. Yo tampoco me siento muy bien. Ya estoy muy cansado y ni siquiera cuesta abajo puedo trotar bien del todo. Me siento, me quito las zapatillas y quito la tierra, me quito los calcetines y los limpio de barro seco (eso es lo que, corriendo, se cuartea y se mete dentro de la zapatilla y te desgracia la planta del pie). Vuelvo a coger queso y chocolate, repongo agua, le meto Hydrixir menta de larga distancia y me largo de allí. Estoy deseando llegar a la Forcella Ambrizzola y creo que la tengo delante. Sé que detrás de esa Forcella, sólo queda el descenso al Lago di Fedaia donde está el Rifugio de la Croda da Lago y el descenso final a Cortina. Esto me anima y subo la apuesta, creo que sí puedo llegar de día, aprieto el paso apostando la fatiga que ya llevaba encima y, poco después del Passo Giau, veo a unos voluntarios del grupo de montaña italiano que me saludan junto a una caseta de campaña. Les pregunto, para confirmar, que si esa es la Forcella Giau (algo que me parecía coherente) y me dicen que es el Passo Giau. Me da que no me entendieron bien. A lo lejos, al otro lado de un circo glaciar, veo puntos de colores subiendo un zig-zag con pinta de muy inclinado en medio de rocas negras y nieve. Ufff, ¿Esto no va a acabar nunca o qué? Paso por allí me hago a la idea de que la forcella que veo allá delante es la Ambrizzola. Por fin!!

El sendero tiene dos zonas técnicas donde unos voluntarios están ayudando a un corredor a descender. Se trata de una zona rocosa muy gastada y resbaladiza. Además, hay hielo y la temperatura no debe ir muy por encima de los 0ºC. Vuelvo a aumentar la apuesta y paso rápido por esa zona confiando ciégamente en el agarre de mis UltraRaptor. No me fallan y adelanto en esa zona al corredor antes mencionado. He de decir, para tranquilidad de quien lea esto, que, si me hubiera caído, caía sobre una loma cubierta de nieve. Después, el sendero atravesaba dos grandes neveros y, en un momento del descenso, los pasos sobre la nieve se convierten en dos carriles. Nunca te acostarás sin haber aprendido algo nuevo. A mí, ese día, me tocó aprender a esquiar con zapatillas. ¡¡¡Casi me caigo de culo!!! Me sorprendo por el agarre de las zapatillas en nieve y no dejo de mirar que todo eso que estoy bajando, lo tendré que subir de golpe en el zigzag que tengo delante. Llego al pie y por el estrecho sendero baja un torrente de agua de deshielo. Es una pared por la que han horadado un camino de cabras, de menos de un metro de ancho, que asciende al cielo con una pendiente brutal. A estas alturas de carrera, ya uno no está para grandes estiradas ni para flexionar a tope las rodillas y esa subida te obliga a ello. Qué duro se me hace. Me tengo que parar en cada curva del zigzag para llenar los pulmones de aire. Sólo quiero llegar a Croda da Lago y llamar a Sarito. Miro al cielo, calculo con la mano la altura del sol y ahí sí me doy cuenta de que no llegaré de día ni de coña. Es tarde y sólo quiero llegar con claridad natural a la Croda. En esos momentos, le pregunto al corredor que sube conmigo que si esa es ya la Ambrizzola y me dice que no, que es la Forcella Giau. ¡¡¡Horror!!! ¿Cómo? WTF? No puede ser, pero si el paso Giau lo hemos dejado 2km más atrás. Le porfío y le digo que creo que sí es la Ambrizzola.
Craso error. Al llegar a la forcella, se abre ante nosotros un valle en altura y veo al fondo otra forcella. Casi sin necesidad, les pregunto a los voluntarios que si la del fondo es la Ambrizzola y me lo corroboran. J*deeeer!!!!! Que se acabe esto ya!!! No me quedan fuerzas ni para caminar. Me paro y veo que, como efectivamente me dicen los voluntarios, la Forcella Ambrizzola no es muy larga, sólo unos 300 metros y no tiene mucho desnivel. Lo chungo es llegar hasta ella.

El abismo y la pérdida
Poco después de pasar la Forcella Giau, el sendero se estrecha mucho y se vuelve muy aéreo, con MUCHO patio. Pienso que Sarito y yo hicimos bien no eligiendo ese sendero para ir en 2013 con las mochilas. Es una zona muy expuesta y sopla el viento con fuerza. Un paso en falso y caes. Así de simple. Agradezco al RedTonic que me tomé antes del zigzag las energías que tengo para pasar esa zona con seguridad. No me gustaría llegar ahí mareado o sin reflejos en las rodillas. Paso el mal trago y me meto entre unas rocas. La zona es muy técnica y, al cabo de unos 10 minutos, me doy cuenta de que hace tiempo que no veo marcas de la carrera. Rodeo una gran roca y las vuelvo a ver, pero más arriba, junto a la pared de la montaña. Tengo que volver por mis pasos. Esto es el colmo, no sé cómo voy a llegar al avituallamiento entero y encima me pierdo. Por culpa de creer que estaba más adelante de la realidad, ya no me quedaba agua en los bidones y empiezo a notar la falta de energía. Desando mis pasos y vuelvo al sendero. Una pareja me dice que les adelante y continúo mi camino hacia la meta.

En el camino empiezo a oir voces que entiendo y me alegro de ver "españoles por el mundo". Al llegar a ellos, les saludo y uno de ellos, al mirar mi maillot de Arista me pregunta ¿Tú eres de Gran Canaria, no? ¿De Arista? Le digo que sí y me dice "pues dale recuerdos a Fer, de parte de Ramón, el que le dió el dorsal en la carrera de la Copa de España". ¡Chacho, cómo es la montaña!, el mundo es pequeño, pero aquí tarde o temprano conoces a alguien que conoce a uno que es colega tuyo. Somos una familia. ¡Que no se pierda eso, por favor! Le digo que sus recuerdos serán dados y, viendo delante la última subida de la carrera (o eso creíamos) les paso y subo hacia, por fin, Ambrizzola.

Al cruzar la Forcella, se me abren los ojos de par en par ¡Síiiiiii! Por fin, abajo está el Lago di Fedaia y el Rifugio de la Croda da Lago. Si me lo curro en el descenso, llego con claridad natural allí para ponerme el frontal y llamar a Sarito. Miro la hora y hago cálculos. Parece mentira, son casi las 10 de la noche y aún hay claridad. De todos modos, a esa hora, la noche se nos viene encima muy rápido y durante el pedregoso pero rapidísimo descenso hacia el lago hay que abrir mucho los ojos porque la oscuridad se cierne a cada metro.

Las cartas sobre la mesa
Llego al refugio y al último avituallamiento de carrera. Me siento, cojo el móvil y en ese momento me está llamando Sarito para saber por dónde iba. Se asombra cuando le digo que ya estoy en Croda da Lago. Le digo que se prepare con la bandera de Gran Canaria, porque en una hora estoy en meta. Ella dice que calculará hora y media. Sé que es el último descenso y lo conozco perfectamente, es un poco estrecho, rápido y tiene una zona media muy muy muy resbaladiza con mucho barro. Sarito me advierte que en esa zona se cayó y que está muy delicado. Me quito de nuevo las zapatillas para limpiarme los pies y evitar problemas en la bajada. Llevo horas deseando estar donde estoy y esa sensación y un plato de sopa me reconfortan y me renuevan las energías. Medio gel Coup de Fuet de Overstim·s también ayuda a ello. Me pongo el frontal, con pilas nuevas, muevo la perilla trasera a tope de potencia y me tiro al descenso. La parte inicial es en llano, picando un poco hacia arriba, pero al dejar atrás un cruce de caminos, la inclinación descendente es brutal y bajo como un cohete. En la bajada, veo luces en medio del bosque y termino llegando a esos corredores. Están bajando muy despacio porque a uno de ellos le cuesta caminar. Me hacen sitio para que les adelante y les digo que nos vemos en meta, me responden "¡Grazie!" Reconozco el camino perfectamente y sé que poco después de la zona por la que bajo hay una leve subida en medio del bosque. Ya puestos a arriesgar y apostar fuerte, miro la hora y veo que puedo acabar con un buen tiempo (teniendo en cuenta que en el fondo estoy muy cansado), pero hay que poner toda la carne en el asador, las cartas sobre la mesa y lo doy todo. Esa sección cuesta arriba la hago trotando, como me enseñó Juan Carlos; sé que no es muy larga y que no es el momento para desfallecer, gasto mi último cartucho y no me paro, troto cuesta arriba y adelanto en la corta rampa a dos corredores. ¡Lo conseguí, pude aguantar esa cuesta, ahora sí es todo para abajo! ¡Uff, el ácido láctico! ¡Qué dolor de cuádriceps! Recuerdo las palabras de Yeray Durán, que me recomendó seguir trotando después de las cuestas, para mejorar rendimiento. Cuando termina la cuesta y el sendero vuelve a inclinarse hacia abajo, sigo imprimiendo un fuerte ritmo.

Cuando llego a la zona del barro, hay unos cuantos corredores abriéndose paso por entre los árboles. Intentar bajar por el sendero es asegurar una caída. Como ven que vengo rápido se apartan, les doy las gracias y uno me anima "Vai, vai!" Les digo también que nos vemos en meta. Me resbalo y apoyo la mano en el suelo, ¡¡¡Uuuuyyyyyy!!!

Poco después el sendero mejora y la inclinación desciende, recuerdo dónde estoy. "Dentro de nada pisaré asfalto", pienso. Llego a la pista de tierra junto a la tubería de agua, cruzo el puente de madera y me tiro cuesta abajo hacia Mortisa. Miro el reloj y veo que son casi las once de la noche. La pista de tierra se acaba y piso el asfalto antes de la casa con el cartel de "Atenti al cane... e al padrone", de aquí al centro de Cortina son 5 minutos, corro con todo lo que puedo, adelanto a tres corredores que caminan por el asfalto, me tiro cuesta abajo por las calles de Mortisa y llego al puente de entrada a Cortina D'Ampezzo, allí, un americano me dice "¡Under 24 hours!" Miro el reloj y veo que son las once menos dos minutos. Lo malo es que desde aquí hasta 100m antes de la meta es todo cuesta arriba. Troto, troto con todas mis fuerzas y pienso "uff, si al menos bajo de 24h será, para mí, un tiempazo", un voluntario me indica que tengo que subir por la calle por la que llevo toda una semana yendo al centro, es empinada, pero sólo mide 30m. Mis cuádriceps no pueden más, uff, no puedo, tengo que caminar o me caigo; a 5m del final de la calle, vuelvo a intentar trotar, lo consigo a duras penas y entro en la calle principal de Cortina, el llano. La calle está llena de gente y miro el reloj, 22:59, ¡¡¡J*deeeeeeeer!!!" Hay que correr como sea, pego un grito junto al Bar Sport y el público me grita y me anima, corro como alma que lleva el diablo, ahí doy ya lo último que me queda y la veo delante, iluminada, la meta y la torre de la iglesia, la calle vuelve a descender un poco y me desfondo, entro en meta corriendo. Miro el reloj 23:00. ¡¡¡24 horas justas!!! FINISHER!!!! Buaaaaaaaafffffff!!!! Estoy fundido, pero exuultante. He terminado la trilogía The North Face europea. Soy finisher de las tres carreras de la marca americana en Europa: Transgrancanaria, Ultra Trail du Mont Blanc y Lavaredo Ultra Trail. Para evitar que me caiga, los voluntarios me sientan en una silla. Aparecen Sarito y Jose Bejarano. Sarito me da la bandera y me cuenta que no me esperaba tan pronto. He tardado poco menos de una hora desde el avituallamiento de Croda da Lago hasta meta. Me saco las fotos de rigor con la bandera de mi isla y me dan mi prenda finisher. Guau!!!! Conseguido!!!
Les digo a Jose y a Sarito que hoy no puedo llegar andando al apartamento. No puedo casi andar, menos aún subir la cuesta de la Localitá Ronco hasta la casa. Jose dice que va a buscar el coche. ¡¡¡Gracias, Jose!!! Siguen llegando corredores. Algunos consiguen llegar corriendo y otros sólo pueden caminar hasta la meta.
Necesito beber algo con azúcar, toda mi reserva de glucosa la he fundido en los 2 últimos kilómetros.

Estoy realmente agotado, agotado de verdad. No me quedan energías, pero soy feliz, muy feliz. Correr en los Dolomitas, sentir el cariño de los italianos del norte, de la gente de la montaña... ver ese amanecer en Misurina, los colores del cielo, conocer muy buena gente en la carrera. Eso vale la inscripción de cualquier ultra. Eso no tiene precio.

Mi prenda finisher, mi dorsal y mi carnet UTWT pic: ©Daniel Quintana Santana