miércoles, 6 de mayo de 2020

Confinamiento 2020 - Oportunidad para resetear y recobrar energías

Ya lo publiqué en twitter hace un tiempo "¿Tenemos claro en Canarias que si esta situación se alarga hasta noviembre...vamos a empatar Semana Santa con-Finados, verdad?"


Pues resulta que, como ustedes habrán comprobado -si es que aún siguen por ahí leyendo estas cosas que salen de mi cabeza, en cuyo caso se los agradezco enormemente- llevo ya algún tiempo sin añadir nada a este blog. La razón, sobre todo, es que me había desanimado mucho con mis entrenamientos y con las carreras de montaña. Si eres de esas personas que han llegado hace poco a este deporte, siento tener que decirte que, si bien has llegado en un momento en el que la evolución de material y número de carreras es asombrosa, por otra parte te has perdido la época en la que quienes participábamos en dichas carreras no éramos corredoras/es a quienes nos gusta la montaña, sino gente de la montaña a quienes nos gustaba correr.

Tengo el orgullo de poder decir que he compartido línea de salida con algunos de los más grandes corredores y corredoras de montaña del planeta, Marco Olmo, Sebastien Chaigneau, Iker Karrera, Arnau Juliá, Mónica Aguilera, Elisabeth Hawker... y digo compartir porque sí, es verdad, era aquella una época en la que tenías a tus corredores de referencia literalmente codo con codo a tu lado, no en un cajón para 'pros' 20 metros por delante de ti.



Por otro lado, el material era el que había, casi todo comprado en el Deca o en alguna tienda de surf -ya desaparecida- que traía mochilas Salomon y de otras marcas.

Hoy se viven las carreras de otra manera, más 'pro', más competitiva y menos montañera (salvando maravillosas excepciones), llegándose incluso a ver comportamientos despreciables y nada positivos no sólo en carrera, sino incluso en entrenamientos: corredores que no saludan, que dejan el monte hecho un estercolero (pensando que ya vendrá alguien a recoger el envoltorio), o que van por el sendero con la música en un altavoz bluetooth en vez de usando cascos o earpods, lo cual ya es una falta de respeto absoluta hacia el resto de usuarios del monte (entiéndelo, nadie necesita ni quiere oír tu música, por muy buena que sea).

Pero dejemos atrás lo negativo y vamos a lo que nos ocupa.

El año pasado, 2019, intenté por segunda vez completar la vuelta al maravilloso Valle de Aosta, el Tor Des Geants, pero fui muy mal entrenado, por no decir NADA entrenado, lo cual fue un error épico. Al retirarme con una lesión en la rodilla, volví a pensar en dedicarme al alpinismo y retomar mi deseo de aprender a escalar. Sin abandonar el deseo de volver a intentar más adelante llegar a la meta del TOR, evidentemente.

Llega 2020, llega la Transgrancanaria y, por primera vez desde que empecé a competir allá por 2008, decido no participar en ninguna distancia. Le comento mi situación a mis amigos Sergio Soliño, Juan Carlos Ramos Quintana y Alcides de la Cruz y, hablando hablando, propongo ser asistencia en carrera de alguno de ellos. Todo se materializa y, por primera vez, veo la Trans desde afuera, como asistencia. Mola la experiencia, la recomiendo totalmente. Lo que sucede es que me entran de nuevo las ganas de entrenar y de subir al monte a correr y de participar en la Transgrancanaria Classic de 2021 y la Tenerife Bluetrail Ultra -quién sabe si más adelante un 3er UTMB- y de hacer series en el Parque Romano y de volver a mi peso ideal y.... pam! Covid-19. Confinamiento.

El primer mes, lo reconozco, me dejo ir: me bajo las Apps UberEats y JustEat y el resto ya lo imaginan. Sin embargo, viendo vídeos y documentales en YouTube se me activó de nuevo el rollo saludable y recordé las palabras de Warren Buffet:
"En una crisis, unos lloran y otros venden pañuelos"
Eso me empujó a no desfallecer en mejorar, no sólo en lo personal, sino en lo profesional. No quiero abandonar mis sueños y, por ello, saqué del cajón mi solicitud para registrar mi marca B+ (que puedes ver junto a la barra de dirección de este blog) y, tras pagar varias veces las tasas y superar una suspensión por defecto de fondo, finalmente recibí la notificación y el título de Registro de Marca; primer paso para empezar poco a poco a crear ropa, papelería y, quién sabe, igual me estrello, pero a mis casi 45 años... o lo intento ahora o me quedaré siempre con esa espina clavada. En fin, que el primer paso ya está dado.

Además de eso, en lo personal, decidí mejorar mis hábitos de alimentación, dedicando más tiempo a mi afición a la cocina y tomé la determinación de hacer ejercicio diario (siempre que fuera posible): bajé la bicicleta de su soporte de pared, saqué del armario el rodillo y la alfombrilla y lo monté todo en el salón, junto a la ventana. Elegí esa ubicación después de ver una publicación de Eva Pérez (@evitape) en Instagram y darme cuenta de que es un sitio perfecto: puedo ver vídeos de ciclismo o viajes en la tele y, si miro a un lado veo la calle y me da la luz solar, recargando mis reservas de Vitamina D.

Desde entonces, al menos 5 días a la semana procuro ejercitarme 1 hora como mínimo e intentar llegar a las 1000 calorías de gasto energético sobre la bicicleta. De esta manera, gastaría unas 5000 calorías semanales, es decir, unas 20.000 calorías mensuales. Esta actividad, unida a una mejor alimentación en la que abundan las verduras (no, no se hagan una idea errónea, no soy vegano, aunque tienen todo mi respeto aquellas personas que sí lo sean y no insultan a quienes no lo somos) y en la que las cantidades se han reducido adecuándose al gasto diario de una persona que pasa 7 horas por la mañana frente a un portátil en modo teletrabajo y varias horas por la tarde frente al televisor -esperando a que sean las 20:00 para poder salir a trotar o echarle 1 horita a la bici- espero que me ayude a volver a disfrutar de la competición en la montaña como lo hacía hace años y evite a que me rompa.

¿Mis próximos objetivos? Bueno, el 40º Maratón de Helsinki lo han cambiado de fecha hasta el 3 de octubre, así que... si para entonces se puede viajar, viajaremos de nuevo a mi querida Finlandia y correremos. 

Si se pudiera viajar incluso antes, en agosto... pues el planazo es ascender Mont Blanc por Tête Rouge y Gouter con mi gran amigo Javier Cruz (Calima Trek) y un equipillo de muy buena gente. 
¿Más? Pues correr Transgrancanaria Classic de 2021 (sí, ahora la 'larga' de toda la vida se llama 'classic', ya no somos unos puretas, somos clásicos, como el Black Album de Metallica); viajar a Nepal a recorrer el sendero Mardi Himal en la zona de los Annapurnas con mi hija y con Sarito; volver a mi amada Escocia con mi hija para recorrer el Great Glen Way (recorrimos el West Highland Way en 2018) y ascender con ella el Ben Nevis (si la meteo lo permite)... y básicamente seguir entrenando y mejorando poco a poco para volver a intentar, cuando esté verdaderamente preparado el Tor Des Geants. De hecho, no descarto ir un verano a recorrerlo en 15 días.

No quiero extenderme más. Aprovecho para recordar que este blog no está monetizado ni nada de eso y que estoy a la disposición de quien sea para compartir mi experiencia personal y mis conocimientos en el mundo de las carreras de montaña. Así que, si alguien tiene alguna pregunta sobre material, suplementación que yo haya usado o lo que sea de nuestro mundillo montañero, pues no duden en consultarme y yo responderé lo que sepa o lo que haya probado. No descarto abrir un canal de YouTube, pero de momento, me pueden contactar por aquí o en el email daniel.quintana.santana@gmail.com

Ánimo, que esta situación acabará algún día y saldremos más fuertes.


miércoles, 27 de diciembre de 2017

Estoy de vuelta. ¡ Transgrancanaria Advanced 2018 con más ganas que nunca!

 

¡2014! Hace ya casi 4 años de la última vez que crucé la meta de la Transgrancanaria. Fue en el Faro de Maspalomas, aquel año ganó Ryan Sandes y la carrera estaba patrocinada por The North Face.
Mucho ha cambiado la Trans y el mundo del trail desde entonces, y eso que ya hace 4 años el mundo del trail no era como allá por 2008, cuando tomé la salida en mi primera participación en la que hoy es una de las carreras por montaña más importantes del mundo.



Lo mejor es que nunca he tenido que dejar de participar y, sobre todo, que es la carrera de casa, la de mi isla, lo que me convierte en uno de los corredores de montaña más afortunados del mundo: no tengo que viajar largas distancias ni volverme loco con los traslados, alojamientos, etc para poder participar en ella.

Como contaba al principio, la última vez que pude cruzar la meta de la Transgrancanaria fue en 2014. En 2015, la calima (polvo en suspensión) que había en el aire y el haber pasado una semana previa a la carrera con una fuerte afección pulmonar, me impidió disfrutar ni siquiera de un sólo metro de la carrera, viéndome abocado a abandonar en Artenara, por no hacerlo en Altavista, obligando a la organización a evacuarme.
En 2016, un error mío (que descubriría al año siguiente) en la elección del calzado tuvo como consecuencia mi retirada en el avituallamiento de El Garañón con un insoportable dolor en los metatarsos.
Este año, en 2017, la organización creó una nueva modalidad de carrera, adoptando (copiando, si lo prefieres - pero lo bueno hay que copiarlo, si no, todos tendríamos las mismas cosas) el concepto de la PTL del Ultra Trail du Mont Blanc: una carrera en autosuficiencia, sin balizamiento, con el recorrido publicado a tan sólo 10 días previos a la salida y la necesidad de poseer conocimientos de montañismo, orientación, gestión del sueño y de la energía y, sobre todo, saber cómo moverse por un terreno hostil como es la montaña en condiciones meteorológicas cambiantes con la única ayuda del GPS, mapas, brújula y, por qué no asumirlo, la propia intuición montañera proporcionada por la experiencia.
De mis experiencias en la 360º, nombre que tiene esta nueva modalidad de la Trans, ya hablaré más adelante (prometido), porque aún me encuentro intentando que o bien el seguro de la Licencia Federativa o la organización me reembolsen de alguna manera los 76€ de la factura del Servicio Canario de Salud que tuve que pagar por una, afortunadamente, simplísima y casi nefasta asistencia médica en el Centro de Salud de Guía, centro sanitario al que el jefe del puesto de control de la carrera indicó que me llevaran, a pesar de ver en el listado (intuyo) que yo estoy federado y, además, con Arista, club íntimamente ligado a la empresa Arista Eventos, organizadora de la carrera. De momento, ni la organización ha terminado de pronunciarse sobre su parte de responsabilidad, ni el seguro ha terminado de entender que, después de 133km y 48h casi sin dormir, yo no me encontraba en las condiciones necesarias como para acertar a indicar que estaba federado y que la factura se la tenían que enviar al seguro de la Licencia Federativa. Todo se andará, estamos "en negociaciones". Lo dicho, cuando por fin termine todo este asunto de la factura, ya escribiré largo y tendido de mi experiencia en la 360º.

De momento, dejo atrás ya el 2017 con los ojos mirando fijamente al 2018 y los años que vendrán, espero, con más kilómetros, más montañas, más carreras y más alegrías. Y esto lo hago ya a mis 42 años, comprometido con un plan de entrenamiento y dieta específica, haciendo verdaderos sacrificios tanto en las comidas de empresa y amigos, como en las reuniones familiares de navidad, procurando no aumentar de peso ahora que estoy quitándome kilos y mejorando mi condición física.


¿El objetivo? Por supuesto, cruzar de nuevo la meta de la Transgrancanaria con diginidad (como dice mi amigo Carlos Ultrarun), esta vez en la distancia Advanced que, en 2018, tendrá 64km y, sobre el papel, 3200 metros de desnivel positivo acumulado.
Para poder volver a disfrutar de la carrera, incluso sufriendo, me he puesto en manos de un muy buen amigo que sabe mucho de esto y con el que he vuelto a sentir mejoría física, mejoría de rendimiento; su asesoramiento y dirección en cuanto a dieta y entrenos me ha devuelto las ganas de echarme al monte a correr, de volver a fijarme metas mayores como volver a intentar completar el Tor Des Geants, TDS y quién sabe qué otras metas volveré a cruzar con la ayuda y compañía de mis amigos Sergio, Juan Carlos, Alcides, Gregorio, Ariel, Laure, Vissen, Goyo, Pino y Juan y de mi familia, mi primo Acaymo, mi hija Alyssa y mi pareja, Saro.

De momento, ya he conseguido mejorar en 25' mi tiempo en ayuna de hidratos de carbono desde Artenara hasta Tejeda y mis sensaciones hasta Tunte. Quienes ya han leído alguno de mis artículos anteriores, sabrán que me gusta mucho, muchísimo, reconocer el recorrido de una carrera antes de participar en ella: lo he hecho en todas mis participaciones en la Trans menos en la del 2017 (por límite de tiempo) y, sobre todo, antes de mi participación en mi primer UTMB en 2011, recorriendo toda la ruta en 8 días con el mochilón de 15kg en la espalda; como también lo hice recorriendo la ruta del LUT (Lavaredo Ultra Trail) en 2013, justo una semana antes de mi 2º UTMB y un año antes de participar en la carrera dolomítica.

¿Mi objetivo de tiempo para la Advanced?
Veamos, vamos a ser realistas, al maestro Yera sólo lo podré ver minutos antes de la salida, al igual que a los "bombas" que irán a intentar llevarse la 1ª posición, Jordi Gamito, Esteban, Efrén, Alex Fraguela, etc, etc. También habrá que tener en cuenta que, a menos de 1km de la salida, el sendero se estrecha y se van a formar tapones que habrá que sortear como se pueda y con cuidado porque por un lado hay una caída vertical de varios cientos de metros (y volver a recorrer el camino después de caerse esa altura es un coñazo). Por ello, tengo varios planes, como siempre:
  • Acabar en 9h o menos
  • Acabar en 10h o menos
  • Acabar. Ni más, ni menos.
Sólo quiero llegar al Barranco de los Vicentillos con piernas para hacer de tractor 😉, y disfrutar, por fin, de una entrada en meta, con lágrimas en los ojos y los brazos en alto; ver a mis amigos en la meta y fundirnos en un abrazo, orgullosos de haber hecho bien los deberes.

Sobre el asunto del material, próximamente publicaré un artículo sobre lo que yo voy a llevar, ya que soy un "corredor del montón", como casi todos, que no puede permitirse material tope de gama, ultralight, ultra-comprimible y tengo que ir con una mochila que pesará unos 2kg con el agua y todo. Pero eso es otro artículo que vendrá con fotos y novedades (ya que mi Garmin Foretrex petó del susto al meterle el track de la 360º el año pasado 😂😂😂).

A quienes sigan por aquí, muchísimas gracias por darme ganas de volver a escribir. A quienes se fueron de este blog, pues lo siento mucho, en serio. Espero que un día vuelvan a leer algo de lo que por aquí escribo y, al menos, aparezca una sonrisa de esas que tanta falta nos hace últimamente en este mundillo del trail y en la vida en general. A quienes se puedan sentir molestos por lo que aquí escribo, pues "quien se pica es porque ajos come", nada de lo que he escrito es mentira y si la verdad duele, es porque es verdad. A mi edad, con lo vivido en la montaña y, teniendo permanentemente en la memoria a quienes ya no se encuentran entre nosotros... si mis palabras te duelen, ponte pomada y abróchate el cinturón que vienen curvas.

martes, 19 de mayo de 2015

The North Face Transgrancanaria 2015 - dos carreras en una

La Transgrancanaria 2015 comenzó para mí justo al cruzar la meta de la edición 2014. Sabía perfectamente que podría prepararme mejor y terminar la Trans en menos de 24h.

A partir de entonces, dediqué mis entrenamientos a un único objetivo: terminar la Trans 2015 en menos de un día.

2015 llegó, dejé atrás un esguince de tobillo, varias carreras en mi tierra, un mejor tiempo personal en Artenara Trail y un Lavaredo Ultra Trail.

La semana antes de la trans, ya andaba yo deseando que llegara el día de la carrera. Estaba realmente harto de entrenar, no me malinterpreten, me encanta reunirme con Sergio y Juan Carlos para dejarnos las patas por la montaña, simplemente, quería ponerme el dorsal y correr. Justo el fin de semana anterior, decido que quiero pasar ese fin de semana en El Garañón, en altitud. El viernes, subimos a la cumbre y ya noto que me empieza a picar la garganta y noto que la rinitis va a acompañarme en ese finde. En la cena, conocemos a Jordi Gamito, que venía de hacer un 5º en los 100K de Hong Kong y que ya estaba en la isla preparando la carrera. Mis sospechas al respecto del picor de garganta se vieron desgraciadamente confirmadas el sábado por la mañana. No me podía levantar de la cama, pasé la noche sudando y temblando, tenía fiebre y me mareaba al levantarme. El equipo de televisión que iba a grabar el programa de EuroSport iba a venir a hacerme una entrevista (también querían sacar a un corredor "del montón", pero con experiencia y yo cumplía con el perfil) y no podía casi ponerme en pie. Cuando decidí que teníamos que ir a buscar medicinas de verdad a la farmacia de Tunte, salimos de la cabaña y, de camino al coche, vemos a dos chicos que se nos quedan mirando mientras sacaban un montón de equipo de grabación de su coche. Les pregunté si eran ellos y sí, y además el entrevistador también tenía fiebre. Ante aquel panorama me dí cuenta de que, si ellos también se habían levantado de la cama y habían conducido hasta allí arriba, tenía que hacer la entrevista. Total, eran sólo 10 minutos. El final, no quedó tan mal.



El domingo ya me encontré mucho mejor y pude incluso ir a entrenar un poco con Jordi Gamito y con el canadiense, nacido en Reunión, Florent Bougin, un "pro" de The North Face Canadá.Me los llevé a l talayón y allí mismo me dí cuenta de que estos tipos corren en otra liga; iban como tiros, no dejaban de trotar por toda la subida. Yo bastante tenía con la tos que no me dejaba proseguir. Esta tos tendría mucho que ver en el resultado de mi Transgrancanaria, menos de una semana después.

Pasé toda la semana tosiendo sin parar, medicándome sin meterme antibióticos porque sé el resultado que tendría en mi carrera. En este punto, ya debería haberme olvidado de mi primer plan y volver al de ser finisher.

El día de la carrera
Desperté con ilusión, como un niño (y, reconózcanlo, como todos nosotros) el día de navidad o de reyes. Por fin llegaba el día en el que competir contra el reloj, contra la climatología y contra uno mismo con uno mismo. Durante la semana, ya me habían avisado de que se preveía calima para el día de la carrera.
El amigo Juan Carlos me recogió alrededor de las 10 de la noche, con el gran Alcides y su pareja, que le iban a hacer las asistencias. Llegamos a Agaete y ya se notaba el viento y alguna que otra ráfaga de aire caliente. Saludamos a toda la peña, nos reencontramos con Adolfo Suárez (juro que se llama así), un corredor con un corazón de acero que fue a ver la salida al Puerto de Las Nieves. Yo ya me había recuperado algo durante la semana, pero aún tenía algo de tos y los pulmones muy castigados. Nos situamos en la línea de salida y el gran Depa presenta a los "pros" que han venido desde todo el mundo a correr.

Comienza la cuenta atrás, 10, 9, 8... con las manos compruebo que tengo todo bien colocado, llevo los bastones en la mochila porque sé que no los voy a utilizar hasta llegar a Tirma, 4, 3, 2, 1... arribaaaa!! Salimos trotando y los de delante salen como si estuvieran corriendo una San Silvestre. La peña está muy loca. Al trote, llegamos a la casa de los huevos y empezamos a ascender hacia la carretera. Como yo sé la semana que he pasado, decido ir a mi ritmo, despacito, calentando el motor del tractor, ya habrá momentos por delante para dar felpa. Cojo un carril por la izquierda y dejo que todo el mundo me vaya adelantando. Llegamos a la carretera de la Aldea, cruzamos y comienza la ascensión hacia Berbique por la pista de tierra. De momento, todo bien, pero noto que los pulmones no se llenan del todo. Hum... chungo.

Termina la pista de tierra y empieza el sendero hacia el Lomo del Manco, bien, no puedo llenar los pulmones, pero miro el reloj y los tiempos van bien, a ritmo normal, todo controlado. Llego al cortado de la virgen en 45 minutos, (pienso "chachi, eso significa unos 55 minutos más o menos en Berbique") y subo tranquilo. En las zonas donde pega el viento, viene con algo de arena; en las zonas azocadas, por el contrario, aumenta la temperatura y es medianoche. Llego a Berbique, increíble, hay gente en la era, esperándonos y animando. ¡Qué grandes, han subido hasta aquí arriba para animarnos! ¡¡Gracias!! Me acerco a chocarles las manos y me lo agradecen ¡¡Vamos, ese Arista!!

Comienza la ascensión del Camino de los Romeros hacia Tamadaba. Los pulmones no trabajan bien y me tengo que parar un par de veces a intentar llenarlos. Nada, no hay nada que hacer, no se llenan ni forzando. Comienzo a toser un poco. Me tranquilizo a mi mismo modificando mi ritmo, hay zonas en las que sé que puedo trotar, pero hoy no es el día. Camino procurando no pararme, pero tengo que coger aire. Aún así, llego a los carteles en 1h 40' y me sorprendo a mí mismo. Esperaba hacer un poco más, teniendo en cuenta el ritmo al que he subido, pero no está mal. Me tengo que parar en los carteles para coger aire, tomar un trago de un gel y algo de agua. Además, por la hora que es, toca pirula de sales, la de BCAA me la tomaré antes de la bajada a Tirma. En el pinar, troto algo, para no perder comba y llego a las rampas empedradas, ya estoy en la carretera, 2h, perfecto. Todo bien, controlando el ritmo. En el avituallamiento, no tardo ni 2 minutos, cogo chocolate, trozos de naranjas, relleno agua en un bidón, saco la taza, bebo algo de cola y me despido, salgo del avituallamiento y, a medida que progreso por la carretera que va hacia las casas forestales, noto el aire caliente con tierra. Poco después veo a David, uno de los organizadores de la carrera, y me acerco a saludarlo ¡Ya decía yo que no lo había visto en la salida!

Comienza la bajada hacia Tirma, el camino está muy seco, me encuentro con el gran Víctor Luis de Pedro Goiri, que va a buen ritmo, tractoril, como el mío, y me dice que pase yo delante, que él se tiene que parar un momento. Sigo bajando y parece que los pulmones se recuperan un poco porque puedo acelerar el paso. Me divierto, adelanto a corredores y me engancho a un grupo que baja a mi ritmo. Uno de ellos me pregunta si quiero adelantar, pero como tampoco voy más rápido que él, le digo que no. Como el descenso es muy polvoriento y han pasado por allí varios cientos de corredores antes que nosotros, se nos mete tierra en los ojos y en la boca. Utilizo el Buff y me protejo. Bastante perjudicados tengo los bronquios, después de pasar una semana y pico tosiendo, como para dejar que me entre más tierra. ¡Iluso de mí, no sabía lo que me esperaba más adelante!

El sendero hacia Tirma es a veces técnico y a veces rápido. Llego al fondo de un barranco, después de pasar la zona de las cuerdas, y empiezo la subida, los pulmones me vuelven a dar la lata. Llegando al Caserío de Tirma, oigo por detrás de mí una voz conocida. Miro para detrás y veo a Sandra Moreno, que viene al trote con otra chica. Me preguntan que qué tal y les digo la verdad, no es mi día, al golpito. Me adelantan y les intento seguir el paso, pero es imposible, empiezo a sibilar, los bronquios se me cierran por culpa de la calima. Llego a Tirma, cojo agua y meto un sobre de Recupelix de Vainilla, frutos secos y saco mi sandwich de Nocilla (sí, Nocilla, nada de Nutella, que si en Italia no compran producto español, yo en España no tengo por qué comprar producto italiano cuando aquí ya tenemos el propio).

Empiezo a comer el sandwich y me rindo ante el sabor del chocolate y la avellana, ¡Riquísimo! Le meto un buche al bidon de Recupelix y flipo con el sabor a vainilla del recuperador, dejando atrás la desagradable experiencia de Lavaredo, donde la lata se calentó en el coche y agrió el producto, haciéndolo imposible de tomar en la carrera. Pero hoy no, hoy el Recupelix estaba como siempre, perfecto y delicioso. Pensé incluso en pararme a comer con tranquilidad, sabiendo que delante tenía un cuestón corto, pero con pendientes muy duras. Me termino la comida y justo a la entrada del sendero, saco los bastones de los enganches de la mochila Grivel y "a paso tractor" comienzo la ascensión hacia Altavista. La pendiente es dura, pero como en el Training Camp de Arista en enero pudimos entrenar esa zona, la tenía fresca en la memoria. Mirando al suelo y sin parar de avanzar, llego a la pista de tierra y me meto un buche de agua y mastico la pastilla de BCAA que no me tomé en Tamadaba. De momento, la ascensión va bien para mi estado de salud. He dejado de toser, pero los pulmones siguen imposibles de llenar.

El camino de ascensión a la degollada sale a la izquierda y yo continúo con mi ritmo. El aire cada vez está más cargado de tierra. Miro hacia Tamadaba para ver si se ve todavía bajar algún frontal y desde la mitad del Risco Faneque hacia abajo no se ve nada de nada, hay una nube de calima que lo tapa todo. Al poco, me mareo por la cerrazón de los bronquios y me siento un momento en una piedra. Uff, sólo quiero llegar a Altavista y corretear como pueda hasta Artenara. Me adelanta un corredor y me anima. Retomo el camino y bajo el ritmo, como hice en el Kili, para asegurar la progresión. Lento, pero seguro.

Cuando llego a la degollada el viento trae tanta tierra que parece niebla a la luz del frontal. Se ve venir incluso los granos de arena, que se meten en los ojos y en la garganta. aunque hay Luna llena, no se adivina el perfil de la isla. Lástima, hubiera sido grandioso ver la isla iluminada por la Luna en plena noche. Me adentro en el bosque en dirección a Altavista y me empiezo a encontrar muy débil. He vuelto a toser y los bronquios no me dejan avanzar tranquilo más de un kilómetro sin obligarme a parar para recuperar el aliento. Finalmente, en pleno zig-zag de ascensión final a Altavista, se me mueve la montaña y me tengo que sentar a los pies de un pino. Bebo agua con Hydrixir de menta, hago gárgaras, busco un gel antioxidante de Overstim·s con sabor eucalipto que me ayuda a abrir los bronquios un poco y me refresca la garganta. Mojo el Buff con agua, porque estaba completamente seco aunque lo llevara al cuello y me lo pongo delante de la boca. Por fin, llego a la Degollada de las Lajas del Jabón, pero me cuesta avanzar.

Estoy muy débil, mareado y me cuesta respirar; por el camino, adelanto a una chica y le pregunto en inglés qué tal lo lleva y me dice que está muy mal, mareada y que anda con diarreas y que ha vomitado todo lo que ha comido; miro su dorsal y veo que es alemana, Julia, aunque habla un inglés extraordinariamente correcto (para una alemana), me dice que va a abandonar y le digo que bienvenida al club, que yo no puedo casi respirar por mi alergia al polvo y que también ando muy desfallecido, cuando me dispongo a dejarla atrás, me pregunta que si podemos ir juntos, ya que ambos vamos a abandonar y le digo que sí. Intento que aceleremos el ritmo "por si acaso", pero tiene que pararse varias veces a echar el demonio por la boca. Yo, en las cortas rampas del sendero también debo parar porque mis bronquios han vuelto a cerrarse. Lo tengo claro, el lunes tengo que ir a trabajar y yo pago por correr, esto es un hobby y no me lo estoy pasando nada bien. No quiero comprometer una bronquitis por una carrera, aunque sea mi carrera preferida. Nuestra progresión es bastante lenta y alcanzamos el control sorpresa de "Altavista", donde me llevo la segunda sorpresa, mi amigo montañero Hugo, que es quien nos valida el paso con el lector de chips.

Continuamos en dirección hacia Artenara, pero nuestra velocidad es "de risa"; nos tenemos que parar a cada momento porque Julia está muy desfallecida, paradas que yo agradezco porque no puedo respirar bien y las sibilancias son cada vez más fuertes. Los bronquios me impiden incluso caminar rápido. Se nos hace de día en plena subida al Brezo. Miro el reloj. Increíble, a estas horas, en circunstancias normales, yo debería estar en Fontanales o de camino a Valsendero. Pero hoy no es mi día. Si ha habido un día en todo este año desde la Trans de 2014 en el que yo no debería estar en la montaña, ese día era hoy. La tierra de la calima puede masticarse. Finalmente, llegamos a la cima del Brezo y comenzamos el descenso. Miramos el reloj y vemos que, aparte de abandonar, es que vamos a llegar fuera de control. Hay una familia que está esperando a una corredora y oímos unos pasos corriendo detrás de nosotros. La corredora nos adelanta y la familia en cuestión le dice que tiene dos minutos para entrar en meta. No hay nada como llevar el reloj adelantado, según mi reloj, ya estábamos fuera. Por detrás volvímos a oir una carrera y vemos a un corredor que baja la cuesta de asfalto como un tiro para llegar a meta tiempo. Nos pregunta que cuánto tiempo le falta para el cierre y le digo que un minuto, pero que no se pare ni subiendo. Cuando el tipo llega a la rotonda, gira a la derecha y le tenemos que pegar un buen par de gritos para que volviera y se dirigiera al camino correcto. Al llegar nosotros a la rotonda, vemos que el suelo está plagado de flechas que apuntaban a la dirección correcta y nos reímos, aquel iba ciego perdido.

Nos encaminamos hacia la plaza de Artenara, sabiendo que son nuestros últimos metros en carrera. Ya no me importa ni el tiempo, ni nada, sólo quiero que me lleven a la meta y meterme bajo la ducha. Estoy totalmente exhausto y me cuesta respirar. Al llegar a Artenara, le digo al del control que queremos abandonar y él nos responde que, en realidad, estamos fuera de control. Le respondo que elija la opción que más le guste, pero que yo no puedo más. Le preguntamos que cómo nos lleva la organización a meta y nos comenta que nos suben en un minibus hasta El Garañón y, desde allí, en las guaguas de la organización, nos llevan hasta Meloneras. La cosa es que las guaguas en cuestión son las que previamente habrán llevado a los corredores de la TransMaratón hasta su línea de salida y entre los participantes está Sarito. No me hace gracia que Saro sepa que he abandonado porque sé que se preocuparía durante toda la carrera. Entretanto, Julia ha llamado a unos amigos que han decidido coger el coche y recogerla. Me propone que me pueden llevar hasta la línea de meta y lo agradezco.

Nos recogen, me dejan en la rotonda que hay junto al hotel Baobab y paso el resto del día, de pie, disfrutando con la llegada de los primeros de la carrera, animando a mis amiguetes recién conocidos, Jordi Gamito y Florent, animando a mi primo Acaymo en sus últimos metros antes de meta y animando a Sarito.

Acaba el día, de noche. Nos vamos al coche y a casa de un amigo a ducharnos. En la ducha, vuelvo a toser y lo que sale es sangre. Me asusto. Al preguntar a una médico, me tranquiliza. Llevo casi dos semanas sin parar de toser y con mucha muchosidad en los bronquios, además de toda la tierra que he tragado en 24 horas. De la misma manera que sucede cuando uno se suena la nariz con fuerza, también en los bronquios pueden romperse capilares y salir la flema con sangre.

Y así acabó una Transgrancanaria a la que fui con muchísimas ilusiones y súper preparado (para mi nivel) y en la que no pude disfrutar casi nada. Dos carreras en una, la de la ilusión y la preparación, y la de la asfixia y la alergia ¡A por la del 2016!

Pero antes... ¡A por el Tor Des Geants!

jueves, 4 de septiembre de 2014

The North Face® Lavaredo Ultra Trail 2014 - La trilogía TNF europea


Pic: © Lavaredo Ultra Trail® ultratrail.it

De vuelta por el blog, me doy cuenta de que se me vuelven a quedar crónicas en el tintero.

El último post fue el de la mochila TNF (que, por cierto, sigo tuneando, jajaja). Eso significa que aún no he escrito nada de Lavaredo Ultra Trail ¬¬.

Rememorando posts anteriores, recuerdo que aún me encontraba lesionado a un mes de irme a Italia. Después de mucho sufrir durante los dos meses que pasé sin poder entrenar y, de hecho, pasando momentos psicológicamente muy duros (por no saber si llegaría bien a Lavaredo y por no saber siquiera si podría correr de nuevo), gracias a los masajes y terapias de recuperación del osteópata Jose Ramos Quintana y gracias al impagable apoyo de mi hija, de mis padres, de Sarito y de mis dos compañeros de fatigas montañeras, Sergio Soliño y Juan Carlos Ramos Quintana, quienes me sacaron de casa cuando me encontraba realmente hundido, terminé por recuperarme (aunque mi tobillo derecho ya no es el mismo) y, de hecho, conseguí recuperar algo de forma volviendo a entrenar y participando el 14 de junio en la Artenara Trail en la que conseguí bajar mi tiempo gracias a unos últimos kilómetros de carrera en los que mi cuerpo sacó energías no sé de dónde.

El viaje
Con todo esto, recuperada la moral y las buenas sensaciones, nos marchamos Sarito, yo y un buen grupo del Club Arista a Italia. Llegada a Bérgamo (sí, está lejos de Cortina D'Ampezzo, pero allí vuela directo Ryanair y, por 150€ ida y vuelta, ya me dirán ustedes...), alquiler de coche con Rentalcars.com y Europcar, y excursión a Venecia, ya que nos cogía de paso y ciudad en la que yo nunca había estado. Después de ahí, carretera hasta Cortina y llegada al apartamento Villa Dolomítica que habíamos alquilado a través de HomeAway. Desde aquí, Sarito y yo queremos enviarle un grandísimo abrazo a la familia Constantini por lo bien que nos trataron y todas las facilidades que nos proporcionaron durante nuestra estancia en el apartamento de su casa. Por cierto, está a 10 minutos (caminando tranquilitos) de la iglesia de Cortina, al otro lado del río, en la Localitá Ronco (¡Muy cerca de los últimos km de carrera!).

Cortina D’Ampezzo
Cortina mola. Es un pueblo súper caro, pero mola. Para los canarios que no hayan ido: es como Teror, pero con taxis como este:


Sí, Subaru Imprezza WRX STI (para los profanos, 325cv y un consumo de 20L/100km)
En resumidas cuentas. Llegamos un lunes y primera sorpresa. Sarito y yo nos vamos a cenar a la pizzería Cinque Torri y allí nos encontramos (foto de rigor, cómo no) con Rory Bosio, corredora pro de The North Face y ganadora del UTMB 2013 y 2014. A la postre, también ganaría el LUT.

Mi foto con Rory Bosio. Pic: ©Daniel Quintana Santana

Ya para el martes tenía yo preparado entrenar con Sarito la primera parte de la carrera. Es un sendero que, para mí, era totalmente desconocido. Se inicia desde la iglesia en dirección al palacio del hielo y tras un giro a izquierda, se abandona el asfalto para ascender por una fuerte pendiente de tierra y piedra por el sendero que va hasta el Lago Ghedina. Ese día habíamos planeado comprar algo de comida en el restaurante del lago; ¡NO LO HAGAN!. Cada bocadillo (nada de bocatas pantagruélicos tipo Tejeda, Teror, Pepe Chiringo, etc.) era una pequeña rosetta (un pan redondo pequeño) con dos lonchas de spec (ese jamón serrano del norte de Italia) y nos costó 5€ cada uno. ¡Nunca mais! Retomamos el sendero que se suaviza mucho y conecta con una pista de tierra que asciende en zig-zag hasta que se llega a una curva de izquierdas donde hay un banco de madera desde el que se tiene una panorámica preciosa de Cortina D'Ampezzo

Panorámica de Cortina D'Ampezzo pic: ©Daniel Quintana Santana

Entonces, se llega a la zona en la que habrá que estar lo más adelante posible el día, más bien la noche, de la carrera: un sinuoso sendero con caída a la derecha que llanea con cierta picada descendente hasta un cruce bajo el Monte Rosa en el que se separan las rutas de las dos carreras (Lavaredo Ultra Trail y Cortina Trail). Por el sendero de la derecha, se inicia un precioso descenso que nos conduce a la pista de tierra que va paralela a la carretera, justo frente al antiguo aeropuerto de Fiames. Poco antes de llegar abajo, comenzó el cielo a oscurecerse, a sonar truenos y empezó a llover. Como nuestro entreno era hasta allí, volvimos por el sendero que bordea el río, pasando el camping y regresamos a Cortina. 

El miércoles era el día de la excursión. Lo resumo: le metimos cerca de 300km al coche, gastamos unos 30€ en gasolina (OJO, mucho OJO, la gasolina en Italia está a 1,67€/L como muy barato. Saliendo de Cortina en dirección norte hay una gasolinera IP que la tiene a ese precio. Las Q8, Total, Eni, etc., son más caras) y me gasté 240€ en la tienda de la fábrica de LaSportiva, en Ziano di Fiemme. Regresamos a Cortina por el Passo Giau, donde paramos y nos llevamos una de las sorpresas más agradables del viaje: según aparcábamos el coche... aparece marcando el recorrido de la carrera CarlosUltrarun!!!!!!!!!! Agradable reencuentro desde el UTMB 2013. Volvió a recordarme que hay una carrera muy guapa en Madagascar (de hecho, se está disputando la 4ª etapa mientras escribo estas líneas). Lo siento, Carlos, me falta lo más esencial para correr en esa carrera: 4000€. Sí, luego algunos dicen que la Trans es cara. Bendita ignorancia.

Pues llega el jueves, día chachi porque la marca The North Face tiene una jornada de prueba de material. Teóricamente, íbamos a probar las nuevas TrailRunner, pero como no había números para todos, a mí me tocó usar unas con un taqueado brutal para el barro. No recuerdo el modelo, pero tenía un taqueado brutal, para barro molarían mucho. Ahí conocimos a un blogger alemán, Carsten Reichel, que tiene una web guay: Rock n' Trail.

De paso, tuve la suerte de poder sacarme la foto de rigor con Francesca Canepa.

Mi foto con Francesca Canepa pic: ©Daniel Quintana Santana

Por la tarde, paseíto hasta el Palacio del Hielo para la revisión de material y recogida de la bolsa para el “bolso garañón” que recogeremos en el Rifugio Auronzo, a los pies de las Tre Cime di Lavaredo.
El viernes por la mañana, entrega del bolso para el Refugio Auronzo y a esperar la llegada desde Múnich de mi nuevo frontal (¡Joder! ¡Aún no se lo he pagado!) en manos de nuestro amigo José Bejarano: un flamante LedLenser® H7.2 con un tope de 250 lúmenes y vida útil a tope de potencia de 7h con pilas Energizer Lithium (más duración, más ligeras...más caras).
 
Con Jose tocaba irnos a almorzar en altitud y no se nos ocurrió un mejor sitio que el Lago Misurina. Como la carrera sale a las 23:00 y yo tenía todo preparado, teníamos tiempo de sobra para comprar alguna cosilla y comer.

A las 22:30 ya estaba saliendo de casa para ir a la salida. Todo listo, calcetines nuevos BV Sport Trail y compresores nuevos BV Sport Elite. He dejado de usar los CompresSport porque razones que explicaré en otro post. De camino a la línea de salida, la segunda sorpresa del viaje, de hecho, un sorpresón: allí, en el público, detrás de la valla, el gran Paco “Colacho”, que había venido a ver la carrera. También recibo los ánimos de los compis del equipo Arista. No hay nada como las buenas vibraciones y una gran alegría para antes de una carrera.

La Salida
A las 22:57, comienza a sonar en la megafonía el tema principal de “El Bueno, El Feo y El Malo” y se nos ponen los pelos de punta. El UTMB tiene como intro la Conquest of Paradise de Vangelis, el LUT tiene el anteriormente mencionado de Ennio Morricone y ¿La TransGranCanaria? Ahí el amigo Fer debería buscar un temita guapo, épico (no valen ni Gladiator, ni El Último Mohicano, ya están pillados. El Tema principal de Terminator molaría, al fin y al cabo, eso es lo que queremos ser todos los ultreros, “finishers”, “terminadores”).

A las 23:00, como un reloj, se da la salida a la LUT y el grupo comienza cauto, estoy casi atrás del todo y empiezo a avanzar cómodamente por el grupo adelantando corredores. Al llegar al inicio del sendero de tierra, ahí están dándonos ánimos Cristina y Simone, los organizadores de la carrera.
El ritmo se eleva en el ascenso y llegamos a la pista de tierra que zigzaguea hacia la Crepe de Cianderou. Durante el ascenso, consigo adelantar a muchos corredores y me meto en un grupillo ligero en el inicio del llaneo y descenso. La bajada es divertidísima y me limito a seguir unas zapatillas Salomon que bajan como un tiro. Al llegar a la pista de tierra junto al río, me llama la naturaleza y paro un minuto. En este tiempo, aparece por allí José María Izquierdo, con quien llegué a la meta de la Transgrancanaria. La pista es “incómoda”, es decir, no es llana, pica un poco para arriba y está llena de charcos de barro. No es cuestión de empezar una ultra con barro en los calcetines, ¿No?

Poco después, pasamos por debajo de una carretera y nos encaminamos al primer avituallamiento de la noche, en el abandonado Rifugio Ospitale donde me saluda el compañero de marcaje de Carlos Ultrarun, quien me felicita por el tiempo con el que he llegado hasta allí. Más de 1h de margen con respecto al límite horario, siempre tan ajustado en este primer corte para hacer de filtro y quitarse de en medio a mucha gente. A partir de ahí, todo para mí será territorio desconocido hasta que llegue el Lago Misurina.
Después de corretear por una pista de tierra, las marcas nos conducen a una especie de cortafuegos-pista de tierra que asciende sin parar hacia la Forcella Son Forca. Es una pared. Sé que serán unos 10km de ascensión y que luego hay un descenso, pero no estaba preparado del todo para esta subida. Es dura, muy dura. Entiendo por qué Fernando González me recomendó llevar bastones desde el principio. El año que él la corrió, tenía los bastones en la bolsa de Auronzo y los echó en falta en esta sección de la carrera. Mientras subía, siguiendo el ritmo de una chica que iba a unos 5 metros por delante, me adelanta un chico que estaba corriendo esta primera parte de carrera con unas La Sportiva Bushido. Espero que sólo las llevara hasta Auronzo porque si no, sus pies no acabarían enteros para llegar a meta. Es verdad que el tipo era ligero, porque yo, con mi peso (72kg) ya noto hasta la pinocha (pinaza) a los 20km.
De repente, ante nosotros, la estrecha pista de tierra se abre y comenzamos a ver telesillas y postes de pistas de esquí. Pienso “¡Ufff, por fin! Esto se acaba” Un carajo. A la izquierda aparece una pista de esquí y luces que ascienden lentamente por ella. ¡¡¡Mis riñones!!! 

Me dedico a caminar mirando al suelo para no desmoralizarme. La parte inicial de la carrera ha sido ligera y no quiero pagarlo ahora. Es un ultra que, sobre el papel, no parece demasiado duro, pero que tiene muchas sorpresas escondidas. Al cabo de un rato miro al cielo y veo que hay una luz que no se mueve, lentamente, la luz se va acercando y oigo un motor. Por fin, se acabó esta ascensión, le pregunto al guarda forestal que si eso es Son Forca y me confirma que sí, que ahora toca bajar hacia Tre Croci. Genial!
El descenso convierte esa pista de tierra en un estrecho sendero muy muy técnico, con mucha piedra suelta. Delante de mí, a una velocidad endiablada, veo a un chico con una bandera de Cataluña en la mochila y calzado con unas Hoka. Nunca había visto a alguien bajar a esa velocidad por terreno técnico con unas Hoka. Cuando llegamos a Tre Croci, reconozco el sendero por el que fui el año pasado con Sarito y nos metemos de nuevo en el bosque. En la bajada por el sendero veo el primer nevero, aún queda nieve en el camino y estamos a finales de junio. 

En ese descenso, me llevo un par de sustos, pero no toco el suelo. Empiezo a oír ruido y voces y llego a las casitas del valle. Unos vecinos me indican que tengo que cruzar el puente de madera y que el avituallamiento está a 500m. Aquello está lleno de corredores y me entra el rollo “LUTe, camina o revienta”, cargo agua rápido, meto Recupelix, cojo comida y frutos secos, un trozo de queso, chocolate y galletas y salgo disparado para quitarme a otros corredores de delante. Le echo un trago al recupelix y... oh oh!!! Debió ser que el viaje no le cayó bien o que el bote vino raro de fábrica, pero tenía un regusto ácido al final (como diría un catador de vinos) atrás, en la garganta. Cosa rara porque he bebido muuucho Recupelix de vainilla (Bebida deRecuperación de Overstim·s®) y su sabor es una maravilla en medio de un ultra: batido de vainilla, del de toda la vida, un vicio, vamos. Consecuencia, trallazo en la barriga y tiro todo el “recu” para el suelo. Me limitaré a beber el Hydrixir de menta par quitar el mal sabor de boca. Desde momento, ya nada entraba igual, ni los geles, ni las barritas. Me fastidió un poco que se hubiera calentado en el coche el bote de Recupelix, porque es y será una de mis bazas para las ultras, recupera mucho más rápido que otras bebidas y soporta muy bien bajarlo luego con hydrixir de larga distancia.

Con los cambios hechos en la mochila, me encamino a otra ascensión que desconocía, primero por sendero y luego por asfalto. Esta zona no la recuerdo demasiado, pero sí que no paraba de ascender. En el perfil parece poco, pero no acaba nunca y yo quería llegar ya al sendero del Lago Misurina. Poco a poco, el camino nos lleva a una carretera de asfalto y el cielo se vuelve cada vez más azulado. Me digo “Bien, quería que me amaneciera en Misurina y lo voy a lograr”. Hay que decir que aquí, en los Dolomitas, el cielo se empieza a aclarar a las 4 de la mañana y a las 5 ya no hace falta el frontal. Acaba la carretera y volvemos a un sendero, esta vez, es una sucesión de toboganes que pica mayormente hacia abajo y me engancho a un corredor italiano que baja bien. De momento, mis tiempos van de acuerdo con mi plan, pero algo no funciona del todo en la barriga. Me meto medio gel, lo bajo con agua y noto que la barriga se hincha. “¡Mierda!” Ahí dentro se ha parado todo. Le digo al italiano que siga él que yo tengo que pararme. Me llegan unas arcadas e intento vomitar, pero no sale nada de nada. Sigo intentando bajar a mi ritmo de descenso, pero la barriga no me lo permite. La mochila me agobia y bajo la cremallera, dejando únicamente los cierres clip que hice bien en no quitar.

Con lo que me hubiera divertido en esa bajada hacia Misurina y, para mí, está siendo una Miseria. Por fin, llego al lago un poco decepcionado porque no han pasado ni 40km de un ultra de 119 y ya empiezan los problemas. “Nada, Dani, camina o revienta, ya pasará”. A partir de Misurina y hasta Col Gallina todo el camino será tierra explorada, así que sé lo que tengo por delante. Opto por dejar que el cuerpo haga su trabajo y se reactive. Poco a poco, camino por donde tenía pensado trotar y comienzo el ascenso hacia el Refugio Auronzo donde podré cambiarme y comer algo que me siente las madres. En el ascenso, me reencuentro con Eolo y con José María Izquierdo y volvemos a cruzar neveros. El paisaje, ahora ya con el sol asomando por los Dolomitas, es espectacular. Los colores de la roca, los rayos de sol, atravesando el bosque, el sonido del agua a tu lado... un paraíso para los montañeros. 

Llego a Auronzo con muchos problemas, me cuesta subir y cuando bebo agua se me para en el estómago. Los voluntarios me dan mi bolsa y me meto en una caseta de tela en la que hace un frío que pela. El ambiente allí es distendido, aunque ves caras que, como la mía, reflejan que la carrera se está haciendo muy larga. Yo prefiero ir a lo mío y cambiar calcetines, limpiar las zapatillas por dentro y ordenar un poco la mochila y la bolsa. Como ya no tengo claro si llegaré o no de día, dejo el frontal H7.2 y cojo el H7, más ligero y cómodo de llevar. Cambio las bolsas de comida (barritas y geles) y desestimo coger el bote con Recupelix. Meto sólo el bote de “Hydri”, me cambio el tape de los tobillos y devuelvo la bolsa. Los voluntarios me indican que, si quiero comida caliente, tengo que entrar en el refugio. Perfecto, hay sopa con fideos y queso de montaña, parecido al queso duro cumbrero de Gran Canaria, ese que se desmorona cuando lo intentas partir. Me meto dos platos de sopa y ¡Otra sorpresa agradable! Allí, en Auronzo, me encuentro con la grandísima Susana que debe estar pasándolo por lo que leo en su cara. Es una titana y en ese momento estoy convencido de que lo logrará (a la postre, decidió abandonar. No tiene que demostrarle nada a nadie. Para mí, es un referente de ultrera, una grande. Enhorabuena por haber llegado hasta donde lo hicieron Susana!!! Esta claro que la ilusión mueve tus piernas).

Con el estómago algo repuesto, cargo agua en los bidones y me echo de nuevo al camino, en dirección a las Tres Cimas de Lavaredo, en medio de un paisaje totalmente nevado. Lentamente vuelvo a encontrarme mejor y el sol empieza a calentar levemente el cuerpo. Al llegar a la Forcella Lavaredo, el paisaje se vuelve aún más espectacular: La base de las Tre Cime está totalmente nevada y el paso por la Forcella (Degollada, en terminología senderista canaria) lo hacemos con un muro de 2m de altura de nieve y hielo a cada lado.


Mi foto con las Tre Cime di Lavaredo pic: ©Daniel Quintana Santana
El descenso, que ya conozco, me anima a trotar y las cosas vuelven a ponerse en su sitio, adquiero velocidad, me llevo un par de sustos y me lanzo hacia abajo, en dirección al Lago di Landro. No sé qué fue lo que hice en el baño de Auronzo, pero algo no me lo debí colocar bien. Al llegar abajo, al bosque, justo donde más podría correr y recuperar tiempo perdido, me tengo que parar para entrar en boxes. Pipí pause. Vuelta al lío y, 500m más adelante, ¡Sorpresa! Pipí pause nº 2. Todo ok, vuelta a correr y, antes de finalizar la bajada, 3ª pipí pause. En esto, no hago más que adelantar a los mismos corredores una y otra vez.
Llego al llano y justo antes de pisar la carretera para bicicletas de montaña (sí en algunos sitios de Europa existe eso, pero allí hay algo que nosotros no tenemos: sitio), 4ª pipí pause. Me exaspero, “¡Joer, así no voy a llegar nunca, entre meo y meo!” me doy cuenta de que cada vez que me vuelvo a subir la lycra, me aprieto demasiado el cordón y demasiado abajo, justo sobre la vejiga. Claro, si presionas la vejiga... cada 2m toca parada técnica. Decido quitar el cierre del cordón/cinta de la lycra ya que el elástico de ésta sujeta suficientemente bien y continúo mi camino. “Uff, mucho mejor” Incluso en medio de una ultra aprendemos cosas para la misma carrera.

Esta pista de tierra es larga, muy larga, ya la había recorrido con Sarito en 2013 caminando y recuerdo que era interminable hasta llegar a Cimabanche. Como sé que después viene la subida hasta la Croda Rosa y Forcella Lerosa, decido recuperarme a base de bastonear y caminar a unos 6km/h. Le llevo mucho tiempo de ventaja al reloj y me lo puedo permitir; pienso “si corriera a unos 9 ó 10 km/h en esta pista que pica siempre hacia arriba, igual peto en Averau”. Así pues, Dani “El Tractor” decide hacer lo que mejor se le da, caminar sin parar. En la pista, a unos 2km del avituallamiento de Cimabanche, me reencuentro con Eolo y José Mª que están sentados comiendo algo. Yo ya no tengo agua en las botellas y Eolo me da algo de la suya ¡Gracias, titán! Me preguntan que cuándo se acaba esta pesadilla de pista y les digo que la carretera está ahí al lado, por lo que el avituallamiento debe estar muy cerca.
Efectivamente, ni 2km más adelante, se empieza a oír música y llego al puesto de control. El sitio está guay, pero el avituallamiento apesta a gasoil y a humo de los motores. ¡¡¡El viento, señores, el viento!!! Yo de eso no sé mucho, pero existen cosas que hay que tener en cuenta.

Salgo del avituallamiento, los voluntarios detienen el tráfico (ojo, que estamos hablando de la carretera que comunica Cortina D’Ampezzo, es decir, Italia, con el Süd Tirol y sur de Austria, no de cualquier carretera comarcal) y me facilitan el paso. Los conductores nos animan con las pitas (de buen rollo, en serio) y alguno aplaude. Al otro lado de la carretera, de nuevo en el bosque, empieza la subida hacia Lerosa. Esa subida me costó horrores con Sarito en 2013. No acaba nunca y la pendiente crece y crece en porcentaje a medida que asciendes. Eso debería estar prohibido. ¡¡¡Ponme la pared al inicio y ve suavizándomelo poco a poco, que llegamos muertos arriba!!! En el ascenso, me vuelvo a encontrar con una imagen familiar, una mochila con una bandera catalana y unas Hoka. Esta vez, sí, le hablo, me presento y desde ahí empezamos a caminar juntos Xavier Agulló y un servidor, camino a la meta. Hablamos de carreras, de refugios de montaña; le cuento que en agosto quiero ir con Sarito y con mi hija Alyssa a Andorra (¡Por expreso deseo de la peque!) y me da consejos de pateos por la zona.

Llegamos al avituallamiento de la Malga Ra Stua (un lugar en el que Sarito y yo pasamos una noche en 2013 y donde te tratan de maravilla, de manera muy familiar). Comemos bien y nos vamos hacia el cerrado Valle de Travenanzes.

De camino al valle, nos caen un par de gotas y Xavier empieza a encontrarse "raro", algo le pasa, pero no se encuentra cómodo del todo. Entramos en el angosto valle y oímos cómo baja lleno de agua. Los últimos días han sido muy lluviosos en la zona y la nieve al derretirse ha aumentado el caudal del río. Justo después de entrar en el valle, en una sección del sendero sobre un derrumbe, Xavier se tiene que parar porque algo no marcha bien. Se provoca el vómito y se limpia con nieve. Al parecer, meterse un RedBull en una ultra... no mola. Después de vomitar, se encontró mucho mejor y volvimos al lío, a corretear por el impresionante Valle de Travenanzes, flanqueados por tremendas paredes de roca y cascadas. Al rato, vemos gente parada junto al riachuelo y pensamos "¿Se han parao a remojarse las piernas?", pero no, cuando llegamos a esa zona del sendero... uooops! El sendero se acaba y, desde el otro lado del riachuelo, otro corredor, usando los dedos como piernas nos dice que hay que cruzar. Os pongo en situación: estás en el km 85 de una ultra de 120km, llegas a un barranco con un caudal de agua de deshielo que llega por la rodilla... y no baja despacio. Xavier decide cruzar descalzo y yo empiezo también a descalzarme, pero pienso "esto es como cuando en la Trans de 2010 llovió un montón y subimos el canal de Tirajana con agua por los tobillos", al carajo, cruzo calzado. ¡¡¡J*deeeeeer, qué fríaaaaaa!!! Ufff, una cosa es meter la pierna hasta la rodilla en el Barranco de Azuaje en la Ruta Doramas y otra muy distinta es meter el pie en agua de deshielo. Al terminar de cruzar, me siento y me descalzo para vaciar la zapatilla y quitar toda el agua posible de los calcetines. No quiero que se me formen ampollas ni que se muevan los estribos de tape que me protegen el tobillo. Continuamos el camino y más adelante volvemos a ver a corredores con el agua por las rodillas y otros buscando un sitio "cómodo" para cruzar. Hacemos lo mismo, buscamos el sitio menos profundo y cruzamos por segunda vez el riachuelo. Aparece una corredora asiática que debía de medir 1'50 y buscando buscando, se mete a cruzar justo por el sitio donde más caudal había. El agua le llegaba por encima de las rodillas y casi se la lleva, pero consiguió pasar soltando improperios en su lengua. Le damos algo de caña por el sendero para recuperar tiempo perdido y algo de ritmo y, en la distancia, volvemos a oír voces, gritos y quejas. Esto debe de ser una broma. Lo imaginan ¿No?, tercer cruce de riachuelo. Para entonces, Xavier y yo, ya curtidos en este Trail River Crossing, cruzamos adelantando a dos corredores sin ningún miramiento, sólo pensando en que en menos de un kilómetro estaba el avituallamiento de Casón de Travenanzes y abandonaríamos por fin el lecho del barranco de marras. "Deu n'hi dó!" Por fin vemos a otros corredores ascender. Nos volvemos a meter en el bosque y llegamos al avituallamiento. Allí cargamos agua y no paramos mucho. Si no recuerdo mal, creo que Xavier bebió algo de té porque se veía que por arriba el cielo se cerraba y en la Forcella del Col dei Bos haría mucho frío.

Salimos del avituallamiento y comenzamos el duro ascenso hacia el Col por un sendero que es un museo al aire libre de la Primera Guerra Mundial. Delante nuestra aparecen la Roca Cuadrada y la Roca Triangular, dos grandes bloques de granito que los soldados austríacos perforaron y convirtieron en nidos de ametralladora. En esta zona, el año pasado, encontré un balín de plomo de 1cm de calibre que debe de tener unos 100 años de antigüedad. Hoy lo que encontramos es lluvia, comienza a llover con fuerza y baja mucho la temperatura. Imprimo un fuerte ritmo para llegar pronto al Col y, cuando llego, miro para detrás convencido de que Xavier venía pegado a mí, pero no lo veo. Ni de lejos. Como la naturaleza vuelve a llamarme, me aparto del sendero y "mi agüita amarilla" riega alegremente la nieve que hay antes del avituallamiento. Me vuelvo para el sendero, vuelvo a mirar hacia abajo y no veo a Xavier. Me extraño. Me siento incluso raro. No me gustan esas situaciones, porque la compañía de Xavi era buena de las de verdad. Aprovecho para pedir a los voluntarios del avituallamiento un poco de refresco de cola y a regañadientes, continúo mi camino, deseando que el titán de Vilafranca del Penedès me coja en la bajada hacia Col Gallina.
Grand, Xavier, ets molt grand!!!!

Soledad
Comienzo el descenso recuperando fuerzas. Se me está haciendo larga la carrera esta. Sobre el papel parece menos dura, pero ¡Leches! Aún quedan 30km duros. Miro el reloj y empiezo a valorar que no llegaré de día ni en menos de 22h. Sigo bajando y lo que se suponía que en el perfil era un descenso, de repente, en un cruce, nos lo convierten en un ascenso por una pista de tierra. Vuelve a salir el sol. En este momento, se agradece. Le subida nos lleva hasta una antigua edificación, también de la Primera Guerra Mundial y, justo después, retoma el descenso por un sendero muy resbaladizo. Abajo, al otro lado de la carretera, puede verse ya el avituallamiento y un nutrido grupo de corredores sentados. Cruzo la carretera entre aplausos de aficionados y turistas, estamos muy cerca del Passo Falzarego y del teleférico que lleva al Rifugio Lagazuoi. Entro en el avituallamiento y me tomo una sopa, cojo piezas de queso de montaña y continúo mi camino, así me quito de enmedio al grupo de corredores que ya empezaba a levantarse para continuar la ruta. Modo "LUTe " on. Camina o revienta.

Miro el perfil y sé que "sólo" me queda subir hasta el Refugio Averau, descender hasta el Passo Giau y, creo, poco más. Cuán equivocado estaba. La subida al Averau es muy dura al principio, es un sendero muy empinado por un bosque y no te permite coger ritmo. Me limito a bastonear y a no resbalarme con las rocas y troncos. Al cabo de unos minutos, justo cuando termina la zona dura, alcanzo a dos corredoras, pero no las puedo adelantar porque en esa sección de sendero se puede incluso trotar un poco. Se ven a la izquierda las Cinque Torri y los telesillas de las pistas de esquí. Al terminar ese sendero, alcanzamos la pista de cemento que lleva a Averau y su inclinación me vuelve a frenar. Me está costando mucho subir. También es verdad que es el punto más alto de la carrera y que hace un frío brutal. El viento sopla de frente y tampoco ayuda. Por fin, llego a Averau y para mi sorpresa, el guarda del refugio está fumándose un cigarrillo en camiseta y pantalones cortos. Lo dicho, de otra pasta. Como aún tengo agua y comida en la mochila, no me paro en el avituallamiento; ¡¡Lo que quiero es llegar ya!! Uff, cómo me está costando. Empiezo a trotar cuesta abajo y adelanto a una de las corredoras (a la otra la dejé atrás en el refugio). La bajada es una pista de tierra muy resbaladiza y me llevo otro susto. El cielo empieza a cerrarse y el viento pega con fuerza.

Forcella Giau
Vuelvo a encontrar ritmo y troto como puedo hacia el Passo Giau. El día de la excursión, Carlos Ultrarun nos dijo cómo era el recorrido a partir de allí. Y a la vista no parecía demasiado duro, pero es que "detrás de un mato, siempre hay un gato" y las colinas escondían sorpresas. Troto por el sendero que baja a Passo Giau y adelanto a un corredor que casi no puede andar. Eso me hace notar que llevo tierra dentro de los zapatos y que me tengo que parar. Al entrar en el avituallamiento del Passo, dos corredores allí sentados me miran con ojos de fatiga. Yo tampoco me siento muy bien. Ya estoy muy cansado y ni siquiera cuesta abajo puedo trotar bien del todo. Me siento, me quito las zapatillas y quito la tierra, me quito los calcetines y los limpio de barro seco (eso es lo que, corriendo, se cuartea y se mete dentro de la zapatilla y te desgracia la planta del pie). Vuelvo a coger queso y chocolate, repongo agua, le meto Hydrixir menta de larga distancia y me largo de allí. Estoy deseando llegar a la Forcella Ambrizzola y creo que la tengo delante. Sé que detrás de esa Forcella, sólo queda el descenso al Lago di Fedaia donde está el Rifugio de la Croda da Lago y el descenso final a Cortina. Esto me anima y subo la apuesta, creo que sí puedo llegar de día, aprieto el paso apostando la fatiga que ya llevaba encima y, poco después del Passo Giau, veo a unos voluntarios del grupo de montaña italiano que me saludan junto a una caseta de campaña. Les pregunto, para confirmar, que si esa es la Forcella Giau (algo que me parecía coherente) y me dicen que es el Passo Giau. Me da que no me entendieron bien. A lo lejos, al otro lado de un circo glaciar, veo puntos de colores subiendo un zig-zag con pinta de muy inclinado en medio de rocas negras y nieve. Ufff, ¿Esto no va a acabar nunca o qué? Paso por allí me hago a la idea de que la forcella que veo allá delante es la Ambrizzola. Por fin!!

El sendero tiene dos zonas técnicas donde unos voluntarios están ayudando a un corredor a descender. Se trata de una zona rocosa muy gastada y resbaladiza. Además, hay hielo y la temperatura no debe ir muy por encima de los 0ºC. Vuelvo a aumentar la apuesta y paso rápido por esa zona confiando ciégamente en el agarre de mis UltraRaptor. No me fallan y adelanto en esa zona al corredor antes mencionado. He de decir, para tranquilidad de quien lea esto, que, si me hubiera caído, caía sobre una loma cubierta de nieve. Después, el sendero atravesaba dos grandes neveros y, en un momento del descenso, los pasos sobre la nieve se convierten en dos carriles. Nunca te acostarás sin haber aprendido algo nuevo. A mí, ese día, me tocó aprender a esquiar con zapatillas. ¡¡¡Casi me caigo de culo!!! Me sorprendo por el agarre de las zapatillas en nieve y no dejo de mirar que todo eso que estoy bajando, lo tendré que subir de golpe en el zigzag que tengo delante. Llego al pie y por el estrecho sendero baja un torrente de agua de deshielo. Es una pared por la que han horadado un camino de cabras, de menos de un metro de ancho, que asciende al cielo con una pendiente brutal. A estas alturas de carrera, ya uno no está para grandes estiradas ni para flexionar a tope las rodillas y esa subida te obliga a ello. Qué duro se me hace. Me tengo que parar en cada curva del zigzag para llenar los pulmones de aire. Sólo quiero llegar a Croda da Lago y llamar a Sarito. Miro al cielo, calculo con la mano la altura del sol y ahí sí me doy cuenta de que no llegaré de día ni de coña. Es tarde y sólo quiero llegar con claridad natural a la Croda. En esos momentos, le pregunto al corredor que sube conmigo que si esa es ya la Ambrizzola y me dice que no, que es la Forcella Giau. ¡¡¡Horror!!! ¿Cómo? WTF? No puede ser, pero si el paso Giau lo hemos dejado 2km más atrás. Le porfío y le digo que creo que sí es la Ambrizzola.
Craso error. Al llegar a la forcella, se abre ante nosotros un valle en altura y veo al fondo otra forcella. Casi sin necesidad, les pregunto a los voluntarios que si la del fondo es la Ambrizzola y me lo corroboran. J*deeeer!!!!! Que se acabe esto ya!!! No me quedan fuerzas ni para caminar. Me paro y veo que, como efectivamente me dicen los voluntarios, la Forcella Ambrizzola no es muy larga, sólo unos 300 metros y no tiene mucho desnivel. Lo chungo es llegar hasta ella.

El abismo y la pérdida
Poco después de pasar la Forcella Giau, el sendero se estrecha mucho y se vuelve muy aéreo, con MUCHO patio. Pienso que Sarito y yo hicimos bien no eligiendo ese sendero para ir en 2013 con las mochilas. Es una zona muy expuesta y sopla el viento con fuerza. Un paso en falso y caes. Así de simple. Agradezco al RedTonic que me tomé antes del zigzag las energías que tengo para pasar esa zona con seguridad. No me gustaría llegar ahí mareado o sin reflejos en las rodillas. Paso el mal trago y me meto entre unas rocas. La zona es muy técnica y, al cabo de unos 10 minutos, me doy cuenta de que hace tiempo que no veo marcas de la carrera. Rodeo una gran roca y las vuelvo a ver, pero más arriba, junto a la pared de la montaña. Tengo que volver por mis pasos. Esto es el colmo, no sé cómo voy a llegar al avituallamiento entero y encima me pierdo. Por culpa de creer que estaba más adelante de la realidad, ya no me quedaba agua en los bidones y empiezo a notar la falta de energía. Desando mis pasos y vuelvo al sendero. Una pareja me dice que les adelante y continúo mi camino hacia la meta.

En el camino empiezo a oir voces que entiendo y me alegro de ver "españoles por el mundo". Al llegar a ellos, les saludo y uno de ellos, al mirar mi maillot de Arista me pregunta ¿Tú eres de Gran Canaria, no? ¿De Arista? Le digo que sí y me dice "pues dale recuerdos a Fer, de parte de Ramón, el que le dió el dorsal en la carrera de la Copa de España". ¡Chacho, cómo es la montaña!, el mundo es pequeño, pero aquí tarde o temprano conoces a alguien que conoce a uno que es colega tuyo. Somos una familia. ¡Que no se pierda eso, por favor! Le digo que sus recuerdos serán dados y, viendo delante la última subida de la carrera (o eso creíamos) les paso y subo hacia, por fin, Ambrizzola.

Al cruzar la Forcella, se me abren los ojos de par en par ¡Síiiiiii! Por fin, abajo está el Lago di Fedaia y el Rifugio de la Croda da Lago. Si me lo curro en el descenso, llego con claridad natural allí para ponerme el frontal y llamar a Sarito. Miro la hora y hago cálculos. Parece mentira, son casi las 10 de la noche y aún hay claridad. De todos modos, a esa hora, la noche se nos viene encima muy rápido y durante el pedregoso pero rapidísimo descenso hacia el lago hay que abrir mucho los ojos porque la oscuridad se cierne a cada metro.

Las cartas sobre la mesa
Llego al refugio y al último avituallamiento de carrera. Me siento, cojo el móvil y en ese momento me está llamando Sarito para saber por dónde iba. Se asombra cuando le digo que ya estoy en Croda da Lago. Le digo que se prepare con la bandera de Gran Canaria, porque en una hora estoy en meta. Ella dice que calculará hora y media. Sé que es el último descenso y lo conozco perfectamente, es un poco estrecho, rápido y tiene una zona media muy muy muy resbaladiza con mucho barro. Sarito me advierte que en esa zona se cayó y que está muy delicado. Me quito de nuevo las zapatillas para limpiarme los pies y evitar problemas en la bajada. Llevo horas deseando estar donde estoy y esa sensación y un plato de sopa me reconfortan y me renuevan las energías. Medio gel Coup de Fuet de Overstim·s también ayuda a ello. Me pongo el frontal, con pilas nuevas, muevo la perilla trasera a tope de potencia y me tiro al descenso. La parte inicial es en llano, picando un poco hacia arriba, pero al dejar atrás un cruce de caminos, la inclinación descendente es brutal y bajo como un cohete. En la bajada, veo luces en medio del bosque y termino llegando a esos corredores. Están bajando muy despacio porque a uno de ellos le cuesta caminar. Me hacen sitio para que les adelante y les digo que nos vemos en meta, me responden "¡Grazie!" Reconozco el camino perfectamente y sé que poco después de la zona por la que bajo hay una leve subida en medio del bosque. Ya puestos a arriesgar y apostar fuerte, miro la hora y veo que puedo acabar con un buen tiempo (teniendo en cuenta que en el fondo estoy muy cansado), pero hay que poner toda la carne en el asador, las cartas sobre la mesa y lo doy todo. Esa sección cuesta arriba la hago trotando, como me enseñó Juan Carlos; sé que no es muy larga y que no es el momento para desfallecer, gasto mi último cartucho y no me paro, troto cuesta arriba y adelanto en la corta rampa a dos corredores. ¡Lo conseguí, pude aguantar esa cuesta, ahora sí es todo para abajo! ¡Uff, el ácido láctico! ¡Qué dolor de cuádriceps! Recuerdo las palabras de Yeray Durán, que me recomendó seguir trotando después de las cuestas, para mejorar rendimiento. Cuando termina la cuesta y el sendero vuelve a inclinarse hacia abajo, sigo imprimiendo un fuerte ritmo.

Cuando llego a la zona del barro, hay unos cuantos corredores abriéndose paso por entre los árboles. Intentar bajar por el sendero es asegurar una caída. Como ven que vengo rápido se apartan, les doy las gracias y uno me anima "Vai, vai!" Les digo también que nos vemos en meta. Me resbalo y apoyo la mano en el suelo, ¡¡¡Uuuuyyyyyy!!!

Poco después el sendero mejora y la inclinación desciende, recuerdo dónde estoy. "Dentro de nada pisaré asfalto", pienso. Llego a la pista de tierra junto a la tubería de agua, cruzo el puente de madera y me tiro cuesta abajo hacia Mortisa. Miro el reloj y veo que son casi las once de la noche. La pista de tierra se acaba y piso el asfalto antes de la casa con el cartel de "Atenti al cane... e al padrone", de aquí al centro de Cortina son 5 minutos, corro con todo lo que puedo, adelanto a tres corredores que caminan por el asfalto, me tiro cuesta abajo por las calles de Mortisa y llego al puente de entrada a Cortina D'Ampezzo, allí, un americano me dice "¡Under 24 hours!" Miro el reloj y veo que son las once menos dos minutos. Lo malo es que desde aquí hasta 100m antes de la meta es todo cuesta arriba. Troto, troto con todas mis fuerzas y pienso "uff, si al menos bajo de 24h será, para mí, un tiempazo", un voluntario me indica que tengo que subir por la calle por la que llevo toda una semana yendo al centro, es empinada, pero sólo mide 30m. Mis cuádriceps no pueden más, uff, no puedo, tengo que caminar o me caigo; a 5m del final de la calle, vuelvo a intentar trotar, lo consigo a duras penas y entro en la calle principal de Cortina, el llano. La calle está llena de gente y miro el reloj, 22:59, ¡¡¡J*deeeeeeeer!!!" Hay que correr como sea, pego un grito junto al Bar Sport y el público me grita y me anima, corro como alma que lleva el diablo, ahí doy ya lo último que me queda y la veo delante, iluminada, la meta y la torre de la iglesia, la calle vuelve a descender un poco y me desfondo, entro en meta corriendo. Miro el reloj 23:00. ¡¡¡24 horas justas!!! FINISHER!!!! Buaaaaaaaafffffff!!!! Estoy fundido, pero exuultante. He terminado la trilogía The North Face europea. Soy finisher de las tres carreras de la marca americana en Europa: Transgrancanaria, Ultra Trail du Mont Blanc y Lavaredo Ultra Trail. Para evitar que me caiga, los voluntarios me sientan en una silla. Aparecen Sarito y Jose Bejarano. Sarito me da la bandera y me cuenta que no me esperaba tan pronto. He tardado poco menos de una hora desde el avituallamiento de Croda da Lago hasta meta. Me saco las fotos de rigor con la bandera de mi isla y me dan mi prenda finisher. Guau!!!! Conseguido!!!
Les digo a Jose y a Sarito que hoy no puedo llegar andando al apartamento. No puedo casi andar, menos aún subir la cuesta de la Localitá Ronco hasta la casa. Jose dice que va a buscar el coche. ¡¡¡Gracias, Jose!!! Siguen llegando corredores. Algunos consiguen llegar corriendo y otros sólo pueden caminar hasta la meta.
Necesito beber algo con azúcar, toda mi reserva de glucosa la he fundido en los 2 últimos kilómetros.

Estoy realmente agotado, agotado de verdad. No me quedan energías, pero soy feliz, muy feliz. Correr en los Dolomitas, sentir el cariño de los italianos del norte, de la gente de la montaña... ver ese amanecer en Misurina, los colores del cielo, conocer muy buena gente en la carrera. Eso vale la inscripción de cualquier ultra. Eso no tiene precio.

Mi prenda finisher, mi dorsal y mi carnet UTWT pic: ©Daniel Quintana Santana