martes, 19 de mayo de 2015

The North Face Transgrancanaria 2015 - dos carreras en una

La Transgrancanaria 2015 comenzó para mí justo al cruzar la meta de la edición 2014. Sabía perfectamente que podría prepararme mejor y terminar la Trans en menos de 24h.

A partir de entonces, dediqué mis entrenamientos a un único objetivo: terminar la Trans 2015 en menos de un día.

2015 llegó, dejé atrás un esguince de tobillo, varias carreras en mi tierra, un mejor tiempo personal en Artenara Trail y un Lavaredo Ultra Trail.

La semana antes de la trans, ya andaba yo deseando que llegara el día de la carrera. Estaba realmente harto de entrenar, no me malinterpreten, me encanta reunirme con Sergio y Juan Carlos para dejarnos las patas por la montaña, simplemente, quería ponerme el dorsal y correr. Justo el fin de semana anterior, decido que quiero pasar ese fin de semana en El Garañón, en altitud. El viernes, subimos a la cumbre y ya noto que me empieza a picar la garganta y noto que la rinitis va a acompañarme en ese finde. En la cena, conocemos a Jordi Gamito, que venía de hacer un 5º en los 100K de Hong Kong y que ya estaba en la isla preparando la carrera. Mis sospechas al respecto del picor de garganta se vieron desgraciadamente confirmadas el sábado por la mañana. No me podía levantar de la cama, pasé la noche sudando y temblando, tenía fiebre y me mareaba al levantarme. El equipo de televisión que iba a grabar el programa de EuroSport iba a venir a hacerme una entrevista (también querían sacar a un corredor "del montón", pero con experiencia y yo cumplía con el perfil) y no podía casi ponerme en pie. Cuando decidí que teníamos que ir a buscar medicinas de verdad a la farmacia de Tunte, salimos de la cabaña y, de camino al coche, vemos a dos chicos que se nos quedan mirando mientras sacaban un montón de equipo de grabación de su coche. Les pregunté si eran ellos y sí, y además el entrevistador también tenía fiebre. Ante aquel panorama me dí cuenta de que, si ellos también se habían levantado de la cama y habían conducido hasta allí arriba, tenía que hacer la entrevista. Total, eran sólo 10 minutos. El final, no quedó tan mal.



El domingo ya me encontré mucho mejor y pude incluso ir a entrenar un poco con Jordi Gamito y con el canadiense, nacido en Reunión, Florent Bougin, un "pro" de The North Face Canadá.Me los llevé a l talayón y allí mismo me dí cuenta de que estos tipos corren en otra liga; iban como tiros, no dejaban de trotar por toda la subida. Yo bastante tenía con la tos que no me dejaba proseguir. Esta tos tendría mucho que ver en el resultado de mi Transgrancanaria, menos de una semana después.

Pasé toda la semana tosiendo sin parar, medicándome sin meterme antibióticos porque sé el resultado que tendría en mi carrera. En este punto, ya debería haberme olvidado de mi primer plan y volver al de ser finisher.

El día de la carrera
Desperté con ilusión, como un niño (y, reconózcanlo, como todos nosotros) el día de navidad o de reyes. Por fin llegaba el día en el que competir contra el reloj, contra la climatología y contra uno mismo con uno mismo. Durante la semana, ya me habían avisado de que se preveía calima para el día de la carrera.
El amigo Juan Carlos me recogió alrededor de las 10 de la noche, con el gran Alcides y su pareja, que le iban a hacer las asistencias. Llegamos a Agaete y ya se notaba el viento y alguna que otra ráfaga de aire caliente. Saludamos a toda la peña, nos reencontramos con Adolfo Suárez (juro que se llama así), un corredor con un corazón de acero que fue a ver la salida al Puerto de Las Nieves. Yo ya me había recuperado algo durante la semana, pero aún tenía algo de tos y los pulmones muy castigados. Nos situamos en la línea de salida y el gran Depa presenta a los "pros" que han venido desde todo el mundo a correr.

Comienza la cuenta atrás, 10, 9, 8... con las manos compruebo que tengo todo bien colocado, llevo los bastones en la mochila porque sé que no los voy a utilizar hasta llegar a Tirma, 4, 3, 2, 1... arribaaaa!! Salimos trotando y los de delante salen como si estuvieran corriendo una San Silvestre. La peña está muy loca. Al trote, llegamos a la casa de los huevos y empezamos a ascender hacia la carretera. Como yo sé la semana que he pasado, decido ir a mi ritmo, despacito, calentando el motor del tractor, ya habrá momentos por delante para dar felpa. Cojo un carril por la izquierda y dejo que todo el mundo me vaya adelantando. Llegamos a la carretera de la Aldea, cruzamos y comienza la ascensión hacia Berbique por la pista de tierra. De momento, todo bien, pero noto que los pulmones no se llenan del todo. Hum... chungo.

Termina la pista de tierra y empieza el sendero hacia el Lomo del Manco, bien, no puedo llenar los pulmones, pero miro el reloj y los tiempos van bien, a ritmo normal, todo controlado. Llego al cortado de la virgen en 45 minutos, (pienso "chachi, eso significa unos 55 minutos más o menos en Berbique") y subo tranquilo. En las zonas donde pega el viento, viene con algo de arena; en las zonas azocadas, por el contrario, aumenta la temperatura y es medianoche. Llego a Berbique, increíble, hay gente en la era, esperándonos y animando. ¡Qué grandes, han subido hasta aquí arriba para animarnos! ¡¡Gracias!! Me acerco a chocarles las manos y me lo agradecen ¡¡Vamos, ese Arista!!

Comienza la ascensión del Camino de los Romeros hacia Tamadaba. Los pulmones no trabajan bien y me tengo que parar un par de veces a intentar llenarlos. Nada, no hay nada que hacer, no se llenan ni forzando. Comienzo a toser un poco. Me tranquilizo a mi mismo modificando mi ritmo, hay zonas en las que sé que puedo trotar, pero hoy no es el día. Camino procurando no pararme, pero tengo que coger aire. Aún así, llego a los carteles en 1h 40' y me sorprendo a mí mismo. Esperaba hacer un poco más, teniendo en cuenta el ritmo al que he subido, pero no está mal. Me tengo que parar en los carteles para coger aire, tomar un trago de un gel y algo de agua. Además, por la hora que es, toca pirula de sales, la de BCAA me la tomaré antes de la bajada a Tirma. En el pinar, troto algo, para no perder comba y llego a las rampas empedradas, ya estoy en la carretera, 2h, perfecto. Todo bien, controlando el ritmo. En el avituallamiento, no tardo ni 2 minutos, cogo chocolate, trozos de naranjas, relleno agua en un bidón, saco la taza, bebo algo de cola y me despido, salgo del avituallamiento y, a medida que progreso por la carretera que va hacia las casas forestales, noto el aire caliente con tierra. Poco después veo a David, uno de los organizadores de la carrera, y me acerco a saludarlo ¡Ya decía yo que no lo había visto en la salida!

Comienza la bajada hacia Tirma, el camino está muy seco, me encuentro con el gran Víctor Luis de Pedro Goiri, que va a buen ritmo, tractoril, como el mío, y me dice que pase yo delante, que él se tiene que parar un momento. Sigo bajando y parece que los pulmones se recuperan un poco porque puedo acelerar el paso. Me divierto, adelanto a corredores y me engancho a un grupo que baja a mi ritmo. Uno de ellos me pregunta si quiero adelantar, pero como tampoco voy más rápido que él, le digo que no. Como el descenso es muy polvoriento y han pasado por allí varios cientos de corredores antes que nosotros, se nos mete tierra en los ojos y en la boca. Utilizo el Buff y me protejo. Bastante perjudicados tengo los bronquios, después de pasar una semana y pico tosiendo, como para dejar que me entre más tierra. ¡Iluso de mí, no sabía lo que me esperaba más adelante!

El sendero hacia Tirma es a veces técnico y a veces rápido. Llego al fondo de un barranco, después de pasar la zona de las cuerdas, y empiezo la subida, los pulmones me vuelven a dar la lata. Llegando al Caserío de Tirma, oigo por detrás de mí una voz conocida. Miro para detrás y veo a Sandra Moreno, que viene al trote con otra chica. Me preguntan que qué tal y les digo la verdad, no es mi día, al golpito. Me adelantan y les intento seguir el paso, pero es imposible, empiezo a sibilar, los bronquios se me cierran por culpa de la calima. Llego a Tirma, cojo agua y meto un sobre de Recupelix de Vainilla, frutos secos y saco mi sandwich de Nocilla (sí, Nocilla, nada de Nutella, que si en Italia no compran producto español, yo en España no tengo por qué comprar producto italiano cuando aquí ya tenemos el propio).

Empiezo a comer el sandwich y me rindo ante el sabor del chocolate y la avellana, ¡Riquísimo! Le meto un buche al bidon de Recupelix y flipo con el sabor a vainilla del recuperador, dejando atrás la desagradable experiencia de Lavaredo, donde la lata se calentó en el coche y agrió el producto, haciéndolo imposible de tomar en la carrera. Pero hoy no, hoy el Recupelix estaba como siempre, perfecto y delicioso. Pensé incluso en pararme a comer con tranquilidad, sabiendo que delante tenía un cuestón corto, pero con pendientes muy duras. Me termino la comida y justo a la entrada del sendero, saco los bastones de los enganches de la mochila Grivel y "a paso tractor" comienzo la ascensión hacia Altavista. La pendiente es dura, pero como en el Training Camp de Arista en enero pudimos entrenar esa zona, la tenía fresca en la memoria. Mirando al suelo y sin parar de avanzar, llego a la pista de tierra y me meto un buche de agua y mastico la pastilla de BCAA que no me tomé en Tamadaba. De momento, la ascensión va bien para mi estado de salud. He dejado de toser, pero los pulmones siguen imposibles de llenar.

El camino de ascensión a la degollada sale a la izquierda y yo continúo con mi ritmo. El aire cada vez está más cargado de tierra. Miro hacia Tamadaba para ver si se ve todavía bajar algún frontal y desde la mitad del Risco Faneque hacia abajo no se ve nada de nada, hay una nube de calima que lo tapa todo. Al poco, me mareo por la cerrazón de los bronquios y me siento un momento en una piedra. Uff, sólo quiero llegar a Altavista y corretear como pueda hasta Artenara. Me adelanta un corredor y me anima. Retomo el camino y bajo el ritmo, como hice en el Kili, para asegurar la progresión. Lento, pero seguro.

Cuando llego a la degollada el viento trae tanta tierra que parece niebla a la luz del frontal. Se ve venir incluso los granos de arena, que se meten en los ojos y en la garganta. aunque hay Luna llena, no se adivina el perfil de la isla. Lástima, hubiera sido grandioso ver la isla iluminada por la Luna en plena noche. Me adentro en el bosque en dirección a Altavista y me empiezo a encontrar muy débil. He vuelto a toser y los bronquios no me dejan avanzar tranquilo más de un kilómetro sin obligarme a parar para recuperar el aliento. Finalmente, en pleno zig-zag de ascensión final a Altavista, se me mueve la montaña y me tengo que sentar a los pies de un pino. Bebo agua con Hydrixir de menta, hago gárgaras, busco un gel antioxidante de Overstim·s con sabor eucalipto que me ayuda a abrir los bronquios un poco y me refresca la garganta. Mojo el Buff con agua, porque estaba completamente seco aunque lo llevara al cuello y me lo pongo delante de la boca. Por fin, llego a la Degollada de las Lajas del Jabón, pero me cuesta avanzar.

Estoy muy débil, mareado y me cuesta respirar; por el camino, adelanto a una chica y le pregunto en inglés qué tal lo lleva y me dice que está muy mal, mareada y que anda con diarreas y que ha vomitado todo lo que ha comido; miro su dorsal y veo que es alemana, Julia, aunque habla un inglés extraordinariamente correcto (para una alemana), me dice que va a abandonar y le digo que bienvenida al club, que yo no puedo casi respirar por mi alergia al polvo y que también ando muy desfallecido, cuando me dispongo a dejarla atrás, me pregunta que si podemos ir juntos, ya que ambos vamos a abandonar y le digo que sí. Intento que aceleremos el ritmo "por si acaso", pero tiene que pararse varias veces a echar el demonio por la boca. Yo, en las cortas rampas del sendero también debo parar porque mis bronquios han vuelto a cerrarse. Lo tengo claro, el lunes tengo que ir a trabajar y yo pago por correr, esto es un hobby y no me lo estoy pasando nada bien. No quiero comprometer una bronquitis por una carrera, aunque sea mi carrera preferida. Nuestra progresión es bastante lenta y alcanzamos el control sorpresa de "Altavista", donde me llevo la segunda sorpresa, mi amigo montañero Hugo, que es quien nos valida el paso con el lector de chips.

Continuamos en dirección hacia Artenara, pero nuestra velocidad es "de risa"; nos tenemos que parar a cada momento porque Julia está muy desfallecida, paradas que yo agradezco porque no puedo respirar bien y las sibilancias son cada vez más fuertes. Los bronquios me impiden incluso caminar rápido. Se nos hace de día en plena subida al Brezo. Miro el reloj. Increíble, a estas horas, en circunstancias normales, yo debería estar en Fontanales o de camino a Valsendero. Pero hoy no es mi día. Si ha habido un día en todo este año desde la Trans de 2014 en el que yo no debería estar en la montaña, ese día era hoy. La tierra de la calima puede masticarse. Finalmente, llegamos a la cima del Brezo y comenzamos el descenso. Miramos el reloj y vemos que, aparte de abandonar, es que vamos a llegar fuera de control. Hay una familia que está esperando a una corredora y oímos unos pasos corriendo detrás de nosotros. La corredora nos adelanta y la familia en cuestión le dice que tiene dos minutos para entrar en meta. No hay nada como llevar el reloj adelantado, según mi reloj, ya estábamos fuera. Por detrás volvímos a oir una carrera y vemos a un corredor que baja la cuesta de asfalto como un tiro para llegar a meta tiempo. Nos pregunta que cuánto tiempo le falta para el cierre y le digo que un minuto, pero que no se pare ni subiendo. Cuando el tipo llega a la rotonda, gira a la derecha y le tenemos que pegar un buen par de gritos para que volviera y se dirigiera al camino correcto. Al llegar nosotros a la rotonda, vemos que el suelo está plagado de flechas que apuntaban a la dirección correcta y nos reímos, aquel iba ciego perdido.

Nos encaminamos hacia la plaza de Artenara, sabiendo que son nuestros últimos metros en carrera. Ya no me importa ni el tiempo, ni nada, sólo quiero que me lleven a la meta y meterme bajo la ducha. Estoy totalmente exhausto y me cuesta respirar. Al llegar a Artenara, le digo al del control que queremos abandonar y él nos responde que, en realidad, estamos fuera de control. Le respondo que elija la opción que más le guste, pero que yo no puedo más. Le preguntamos que cómo nos lleva la organización a meta y nos comenta que nos suben en un minibus hasta El Garañón y, desde allí, en las guaguas de la organización, nos llevan hasta Meloneras. La cosa es que las guaguas en cuestión son las que previamente habrán llevado a los corredores de la TransMaratón hasta su línea de salida y entre los participantes está Sarito. No me hace gracia que Saro sepa que he abandonado porque sé que se preocuparía durante toda la carrera. Entretanto, Julia ha llamado a unos amigos que han decidido coger el coche y recogerla. Me propone que me pueden llevar hasta la línea de meta y lo agradezco.

Nos recogen, me dejan en la rotonda que hay junto al hotel Baobab y paso el resto del día, de pie, disfrutando con la llegada de los primeros de la carrera, animando a mis amiguetes recién conocidos, Jordi Gamito y Florent, animando a mi primo Acaymo en sus últimos metros antes de meta y animando a Sarito.

Acaba el día, de noche. Nos vamos al coche y a casa de un amigo a ducharnos. En la ducha, vuelvo a toser y lo que sale es sangre. Me asusto. Al preguntar a una médico, me tranquiliza. Llevo casi dos semanas sin parar de toser y con mucha muchosidad en los bronquios, además de toda la tierra que he tragado en 24 horas. De la misma manera que sucede cuando uno se suena la nariz con fuerza, también en los bronquios pueden romperse capilares y salir la flema con sangre.

Y así acabó una Transgrancanaria a la que fui con muchísimas ilusiones y súper preparado (para mi nivel) y en la que no pude disfrutar casi nada. Dos carreras en una, la de la ilusión y la preparación, y la de la asfixia y la alergia ¡A por la del 2016!

Pero antes... ¡A por el Tor Des Geants!