lunes, 26 de septiembre de 2011

UTMB'11 Ep.4 Col de la Seigne - Los gélidos colmillos del UTMB

Tras salir de Les Chapieux, me encuentro con Eric y su pareja, que gestionan el Auberge de La Nova, donde una semana antes nos habíamos quedado una noche Sarito y yo mientras recorríamos el Tour du Mont Blanc. Me paro a hablar con ellos y me animan. Tras cruzar el puente de madera, me paro en la fuente que hay a la derecha de la carretera para rellenar y repartir otro sobre de sales entre los dos bidones.
Continuamos el camino por asfalto, siempre hacia arriba, en dirección a la Ville des Glaciers, donde giraremos a la derecha para encaminarnos a las rampas en zigzag que conducen a la frontera con Italia. Poco antes de llegar a la Ville des Glaciers, vemos a un chico que viene caminando en dirección contraria y nos dice a todos “¡Orage de neige dans La Seigne!” Traducción: “Tormenta de nieve en La Seigne!”, tras lo cual, miro al señor que me acompañaba y nos decimos “C'est la montagne!” (“La montaña es así”) y seguimos andando. A medida que nos acercábamos a Les Glaciers, mirábamos al cielo y, efectivamente, no tenía muy buena pinta. Sobre el Col de la Seigne se había plantado una nube de un color gris muy oscuro y amenazador. Además, ese Col tiene fama por ser muy ventoso y es la puerta hacia el Vall de Aosta italiano.
Al comenzar la ascensión por unas duras rampas dejando atrás el Refuge de Mottets, y más adelante, entre largos zigzags hasta llegar a un viejo alpage abandonado, empiezan a caer sobre nosotros unas gotas de lluvia que no corren manga abajo, sino que tienden a quedarse pegadas al chubasquero. La temperatura es muy baja y el camino es a veces barrizal, a veces tierra helada muy dura. El ritmo es bueno, aunque se puede sentir la incertidumbre en todos nosotros. La velocidad del viento en este Col aumenta proporcionalmente con la altura y algunas rachas nos traen la tarjeta de visita de lo que tendremos que soportar a 2516m. Un viento racheado, frío, helado, nos empieza a adelantar con algunos copos de nieve que ya cubren el suelo de un manto blanco. El ascenso al Col de La Seigne no reviste mayor dificultad que el desnivel que se salva al principio. Luego, es cuestión de seguir el sendero procurando no perderse porque es una zona que acostumbra a tener mucha niebla y, en días como hoy, con este frío (estamos a unos -2ºC) puede nevar en agosto como es el caso que tenemos. Efectivamente, paso a paso, metro a metro, los copos de nieve van cuajando en el negro suelo embarrado y sobre nuestras mochilas, en los guantes, en los gorros térmicos, en la barba….y cada vez el viento nos trae esa nieve más rápido. Unos dos kilómetros antes de llegar al Col, se arma la ventisca. Todo el viento que entra por el valle de Aosta, cruza la Seigne y se  nos viene encima con un montón de nieve. Tenemos que avanzar lo más rápido posible para salir de allí y llegar de nuevo a cotas más bajas y el barro nos obliga a caminar en ocasiones sobre los bordes del camino, sobre la nieve. Miro hacia detrás y la estampa es espectacular, en medio de una gran nube gris, entre la niebla, veo a otros corredores pegados unos a otros para cobijarse de la nieve, vuelvo a mirar hacia delante y se me mete un copo de nieve por el ojo izquierdo. A mí me ha nevado encima muchas veces, en Glasgow, en Londres, incluso en las cumbres de Gran Canaria, pero nunca en mi vida me había visto en medio de una ventisca, con la nieve volando de lado, metiéndose por los ojos, nariz, boca, colándose por el cuello en algún resquicio del chubasquero y, sinceramente, la sensación producida por un copo de nieve en medio del ojo no es nada agradable ¡Y aún falta más de un kilómetro para llegar arriba!
Soportamos esas inclemencias del tiempo sin perder de vista al que va delante y buscando en el horizonte algo que nos indique dónde está el control de paso del Col. Al cabo de un rato, con la nariz, pómulos, pies y manos congelados por el frío (y eso que en la manos yo llevaba puestos unos guantes térmicos con Gore-Tex® y Thinsulate®) podemos advertir en medio de la niebla una gran caseta de campaña amarilla tipo iglú de The North Face® y dos cabinas transparentes de comunicaciones con dos voluntarios o miembros de la organización dentro, imagino que comunicando cómo eran las condiciones meteorológicas por las que estábamos pasando. ¡Vivan los voluntarios del UTMB! Nosotros “sólo” teníamos que llegar hasta allí, pasar y lanzarnos cuesta abajo para escapar de ese frío y ellos tienen que esperar allí desde el primero hasta el último corredor. Justo antes de pasar el control, uno de los corredores de delante le pide a la voluntaria que le saque una foto. Los demás, nos quedamos quietos unos segundos que parecen horas y notamos cómo en ese corto espacio de tiempo, los gélidos colmillos de La Seigne nos atraviesan. Pasamos el control de chips y nos lanzamos cuesta abajo como posesos para alcanzar lo antes posible, las llanuras de Lac Combal, donde nos espera el siguiente avituallamiento. En la bajada se suceden los resbalones, pero no me caigo, la verdad es que con cada paso que doy, me convenzo más y más de que las LaSportiva® Raptor® son las mejores zapatillas de trail running que me he calzado en toda mi vida. Llegamos a las llanuras anteriores al Refugio Elisabetta y una multitud de usuarios del mismo nos animan y gritan desde la terraza y junto al camino. Empiezo a caminar para reponer fuerzas y me uno a Marco Giacon (dorsal 1855), un italiano muy simpático, calzado también con unas Raptor®, que ya había sido finisher del UTMB en 2009 y que al yo decirle en “itañol” que “voglio essere finisher” me responde “Lo serai, tu serai finisher sempre que la tua testa creda que será finisher. Tutto se qui, en la testa.” (Lo serás, tú serás finisher siempre que tu cabeza crea que serás finisher. Todo está aquí, en la cabeza.” (Lo de Marco tiene guasa: Acabó en el puesto 666 de la general y 222 de su categoría; yo acabé en el 444 de la general. En fin, que si te gustan los números, te sorprenderá.) Grandes palabras que resumen la ley máxima de este deporte. En Les Chapieux (km50) vi abandonar a corredores mucho más fuertes que yo, que aparentemente estaban bien de piernas, pero que, simplemente, sintieron ese “clic” en la cabeza y se convencieron de que no acabarían. Yo, por mi parte, no soy el tipo más fuerte de la tierra (me llamaría Kilian Jornet, en vez de Daniel Quintana), pero llevo un año entero estudiándome esta carrera, un año entero descargándome mapas, vídeos, recorriendo la ruta una y mil veces por el Google Earth, aprendiéndome de memoria el perfil, los avituallamientos, viendo infinidad de vídeos, recorriendo con Sarito la ruta entera del UTMB en ocho días como reconocimiento del terreno en persona para aprenderme de memoria las piedras, los troncos, las raíces, los cruces y, sobre todo, visualizando mentalmente cómo sería mi entrada en meta. Si quieres llegar a la meta, tienes que verlo claramente en la cabeza y que esa imagen permanezca contigo durante todo el camino. No visualices la meta, visualiza tu entrada en meta y más tarde o más temprano, te verás cruzando esa línea. Mientras tanto, hay que seguir caminando y trotando. Llego al llano de Lac Combal y entro en el control y avituallamiento. Como, cargo agua y sigo mi camino hacia la arista Mont Favre. Aquí una muestra de un chico español que llegó al Col de la Seigne en medio de la nevada (en la imagen no se aprecia del todo la velocidad del viento ni la cantidad de nieve que nos cayó en ese sitio).


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